lunes, 25 de septiembre de 2017

Cosas


Me crié en el extrarradio de la capital, pero mi abuela dice que soy buena gente. Y guapa. También dice que soy guapa. Los domingos no voy a misa, pero paso por la puerta. Vivo enfrente de la iglesia. Duermo con la persiana subida porque pasé años mudándome de casa en casa y me despertaba desubicada. No me gusta que los niños griten en el patio de mi edificio. Son muy molestos cuando intentas ver una película. Pero casi nunca veo películas. Prefiero las series. Pienso que las películas son muy largas y al final siempre termino enlazando capítulos durante más de 3 horas. Hoy le he preguntado al portero por la vecina de arriba, llevo días sin verla y es una señora mayor. Al volver de Correos me ha dicho que la había visto ya y que estaba bien. Mis amigas se preocupan de mis relaciones amorosas, pero lo que no saben es que a mí ya empiezan a no preocuparme. Pasado mañana hace un año que le dejé el post-it al chico de la biblioteca y lo más triste es que ni siquiera le he echado de menos. El año pasado compartimos el que creí sería el último bote de pisto de mi abuela. Pero resulta que tengo otro. Pienso guardarlo hasta el puente de diciembre, iré a Almería, compraré una barra de pan y me lo comeré en la playa. Preferiblemente sola. Y le diré al mar que este año la vida se ha portado regular pero que no pasa nada. No soy rencorosa.

domingo, 20 de agosto de 2017

Vivir, trabajar, viajar en comunidad.

Se nos está acabando el viaje en México, pero no el del aprendizaje que estamos haciendo. Estos últimos días nos han dado un poco de respiro y esperanza. No todo está perdido. Aún queda gente que trabaja para que las personas que menos tienen sean autosuficientes y puedan darle un futuro a sus hijos. Conocer el proyecto de los cafetales en las comunidades tzeltales ha sido, sin duda, una de las cosas más bonitas que he vivido en mucho tiempo. Bien es cierto que los tzeltales son muy cerrados y que te presentes en su casa con 3 cámaras no ayuda. Pero les puede su amabilidad y curiosidad. Y por qué no decirlo, los niños se nos dan bien, y a través de ellos es más fácil conquistar al resto de la familia. Aún así, la experiencia ha sido maravillosa. Eso y llevar una semana viajando en el remolque de una camioneta por caminos que ni las cabras pueden subir. Nos queda mucho por asimilar y pasarán meses hasta que realmente hayamos comprendido todo lo que hemos aprendido en este viaje. Pero qué bien poder vivir y compartir estos momentos.
Nos quedan 2 días en Ciudad de México que pensamos exprimir más que una naranja de zumo. Ya nos recuperaremos en Madrid.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Aceptando


Llevamos dos días de descanso y se agradece poder coger un poco de perspectiva de todo lo vivido. Es jodido, muy jodido hablar con personas que han perdido todo, que huyen de la muerte sin haber hecho nada para merecerlo. Simplemente porque no quieren que sus hijos entren en una mara, o porque su propio hermano es uno de ellos y va a matarlos. Sí señores, escuchar a un hombre contar lo feliz que se sintió el día que vio nacer a su hermano pequeño, el día que su mamá le dijo que tendría que cuidarlo mucho porque era muy pequeño y que 30 años después ese pegotito de nariz chata con el que has crecido, al que has defendido, con el que has jugado vaya a tu casa a matarte a ti y a tus hijos, escuchar eso mientras llora de rabia, de dolor y de miedo por saber que si algún día lo encuentra lo matará. Escuchar eso, no es fácil, pero vivirlo tiene que ser tan horrible que todo lo que se te pasa por la cabeza mientras le escuchas contarlo es anecdótico.
Perdonad si estos días mis textos no tienen mucho sentido gramatical, el cansancio y las emociones no ayudan.
Estos dos días de descanso nos están dando fuerzas, hemos visto los rituales de curación por los ritos indígenas y navegado por un cañón lleno de cocodrilos. Hemos comido rico y dormido en unas camas maravillosas, hemos aprovechado para chequear las redes sociales y asimilar parte de la increíble experiencia que estamos viviendo. Que el viaje es duro, pero la experiencia es muy positiva. Estamos trabajando para mejorar la vida de estas persona y eso, aunque a veces se haga cuesta arriba, nos da fuerzas para seguir trabajando.  

sábado, 12 de agosto de 2017

Imagina

Imagina que tienes un hijo de 12 años. Imagina que va a la escuela a aprender, a jugar. Imagina que un día entran unos señores con armas en su clase y le dicen “Eh, tú, ahora eres de mi banda”. Imagina que lo matan al poco porque sí.
Imagina que eres un costurero, tienes un pequeño taller, para dar de comer a tu familia. Trabajas duro cada día, el negocio no va tan bien como te gustaría. Imagina que un día vienen unos señores con armas a tu taller y te dicen “Eh, tú, o me pagas 300€ a la semana o te mato a ti y a tu familia”. Imagina que tienes otro hijo que ya ha cumplido 14 años. Imagina que un día volviendo de hacer un recado lo paran unos señores con armas, se lo llevan y le tatúan el símbolo de su mara en el brazo. Imagina que tu hijo se escapa, a los días lo encuentran, le dan una paliza y le dicen “Eh, tú, que tienes que ser de los nuestros, ya tienes un tatuaje”. Imagina que sales de tu país, en busca de refugio, para tu familia. Pero sales sólo. En casa se quedan tu mujer y el único hijo que se quedan escondidos para no ser atrapados por la mara. Imagina que encuentras ese lugar después de cruzar andando dos países, alquilas un cuarto, y trabajas duro para poder volver a por tu hijo. Imagina que por fin tienes algo de dinero para traerlo, vuelves andando a por él y te lo traes pero al ser menor de edad tienes que sobornar a todos los policías que te vas encontrando para que le dejen continuar. Imagina que por fin llegáis al cuartito. Imagina que cerca de ese lugar hay un sitio donde te pueden ayudar a tramitar un visado de refugiado. Comienzan los papeles, meses de espera ilegal en un país que no te quiere. Por suerte, en esta pequeña oficina van a ofrecerte todo lo necesario para protegerte. Porque imagina que la mara que persigue a tu hijo también está en el país en el que pides residencia. Imagina.

jueves, 10 de agosto de 2017

Para las maras los migrantes somos "tesoritos"


Pongamos que vas en tren. Uno de esos nocturnos. Pero no vas cómodamente sentado, no tienes billete porque es un tren de mercancías. Y vas el techo, o agarrado a cualquier pieza metálica de dudosa resistencia. El tren frena de golpe en una zona boscosa. Miras y no ves nada. Oyes disparos. Tienes dos opciones, salir corriendo por un bosque que no conoces o encontrar un rincón en el que esconderte y rezar porque no te encuentren. Oyes voces cada vez más cerca. En el mejor de los casos es la Migra (policía migratoria) te encuentran, te dan una paliza, te roban y de vuelta a tu casa. La otra posibilidad es que sea algún grupo organizado: te dan una paliza, te roban, llaman a tu familia y les extorsionan hasta que paguen una cantidad de dinero. Si lo hacen, tú decides si vuelves a casa o sigues el viaje. Si no lo hacen, acabarás muerto en cualquier descampado. 
Fin. 


Y esta es sólo una de las cosas que te pueden pasar. Hoy hemos estado en un albergue de migrantes. Allí desayunan y están tranquilos hasta que pasa uno de los trenes. La Migra no puede entrar, así que los migrantes descansan al sol hasta la hora de la comida. Un pequeño oasis en el camino. 
Otro día os cuento alguna de sus historias. 

lunes, 7 de agosto de 2017

DELICIOSOS TAMALES

La verdad que la ciudad no tiene nada que ver con lo que nos han vendido, además de ser preciosa, no se siente nada insegura y la gente es bastante amable aunque no voy a ocultaros que hemos empezado en Ciudad de México como se debe empezar, presenciando una persecución de un taxista a un turismo, a trompadas por la carretera hasta que lo ha adelantado y lo ha obligado a parar mientras se bajaba del coche con intención de darle un beso. Creo.

Hemos acelerado para no tener que paricipar en el desenlace y porque teníamos una deliciosa comida esperándonos. 

WELCOME TO MÉXICO.


lunes, 31 de julio de 2017

Ay, Dios, mi vida está hecha un Cristo.

Hay momentos en los que todo carece de orden. Nada está en su lugar, porque ni siquiera hay un lugar para cada cosa. Se mezcla lo irracional, con lo emocional, lo económico con lo espiritual y un examen el sábado. Y en medio de ese tornado existencial, de ese ¿pero qué mierdas estoy haciendo con mi vida? Alguien se despide de ti sin palabras, se acerca sin avisar, apoya la barbilla en tu hombro mientras te rodea con un brazo, porque en el otro lleva cosas, y en tan sólo unos segundos, en ese simple gesto, absolutamente todo, encuentra su lugar. 
Sin avisar. 



 No dejéis de escuchar este tema.

  

lunes, 24 de julio de 2017

Hostia a mano abierta.




-¿Qué piensas?
-En nada.
-No se puede pensar en nada. Eso me dices tú a mí.
-Quién coño me mandaría a mí meterme en La Confianza, estudiar económicas y perder la juventud y la vista en unos libros que no valen para nada.
-¿Y eso?
-Eso. Llevo 42 años pensando que lo que vivía no era importante, era como, como provisional, como, como si estuviera esperando destino. Y mientras estaba en la cola esperando, trabajaba y estudiaba como un negro porque tenía que ser así, porque más adelante iba a llegar mi vida, mi verdadera vida ¿Y sabes qué pasa? Pues que ya ha llegado.
-Y va, y no te gusta.
-Y va, y no te gusta. ¿Qué me espera? Tú y yo solos, vegetando todos los fines de semana en esa mierda de chalé, todos los puentes, todas las vacaciones de Semana Santa, y un día te mueres y se te queda esa carita de gilipollas. Y en el último momento te dices, vamos, vamos, vamos... porque es que te han llevado al huerto toda la vida… y nunca has hecho lo que tú querías. Pues eso es lo que me pasa a mí, que me he equivocado, coño.


Las verdes praderas, José Luis Garci. Escuchado en Hoy Empieza Todo 2, Radio 3 el 21 de julio de 2017

jueves, 20 de julio de 2017

No te fíes de nadie

Huir de la muerte segura y lanzarse a un viaje de muerte probable.
Comienza el viaje a México con una reunión en la que delante de un bocadillo de lomo con tomate se te eriza el vello y te atragantas. Miles de personas cruzan cada año el país desde Honduras, Guatemala y El Salvador huyendo de la muerte en sus hogares, las maras, los carteles, droga, deudas, hambre, hay tantos motivos como migrantes. Algunos cogen el tren apodado La Bestia, líneas de trenes de mercancías en las que los migrantes se juegan la vida para cruzar los kilómetros que les distan de la frontera con Estados Unidos. Otros hacen el viaje a pie. Sólo hay una norma para viajar: no te fíes de nadie. Las maras infiltran a gente en los trenes y en los caminos, se hacen amigos de los migrantes, les roban, violan, extorsionan y secuestran. No lleves apuntado ningún numero de teléfono, menos aún si vas en busca de un familiar en Estados Unidos, si lo encuentran llamarán a tu familia y les pedirán dinero, 1000, 500, 300 dólares, lo que sea. Apréndete el número de memoria, no des tus datos reales a nadie, evita coincidir con la misma gente varios días seguidos y procura no morir antes de cumplir El Sueño Americano.

martes, 18 de julio de 2017

Con un pie en el aeropuerto.

Pues ya va siendo hora de explicar mi siguiente viaje...
Muchos recordaréis que el año pasado anduve por las Américas, pues en unos días vuelvo. Con la misma gente pero a otro lugar. Este año nos espera México. Va a ser un viaje más corto pero todo apunta a que será igual de emocionante. Nos toca documentar la situación de los migrantes en la frontera con Guatemala. Unas vacaciones idílicas. Y es que yo, lo de estar en la playa con el culo en la arena, lo llevo regular. La gente se preocupa y me preguntan por mis padres, que cómo soy capaz de darles estos disgustos... y aunque sé que es arriesgado lo que vamos a hacer, estoy segura de que mis padres se vendrían con los ojos cerrados. Los cambios se hacen desde dentro, y en mi familia el ayudar es algo que se hace sin pensar. No somos de pedir favores, pero si podemos hacer algo por alguien, estamos los primeros. En mi casa han vivido tíos, primos y alemanas desde que yo era bien pequeña. Porque donde caben 2, caben 3 y lo mismo da echar un puñado de arroz más a la olla. Nos enviaban a campamentos para chavales sin recursos porque nosotros sí pagábamos y gracias a eso podían ir otros niños que no. Jamás hemos pedido una beca (aunque nos ha hubieran dado) porque hay gente que seguro que la ha necesitado más que nosotros y mis padres con sus más de 50 años son voluntarios cada vez que una asociación del pueblo necesita ayuda para cualquier cosa. Con un ejemplo así, yo no podía ser de otra forma. He tenido la grandísima suerte de conocer a mi vecino que tiene amigos hasta en el infierno y muy poca vergüenza a la hora de pedir las cosas y hemos conseguido por segundo año consecutivo, ayudar a la ONG a través de nuestro trabajo. El proyecto de este año va a ser menos bonito estéticamente hablando, pero es una realidad que hay que denunciar, que hay que visualizar y esa es nuestra labor: documentar las necesidades de una población que huye de la miseria, la droga y la violencia. La hostia emocional ya os digo que va a ser fuerte. Muy fuerte. Pero por encima de eso está la hostia de humildad. El volver a un hotel con wifi y tuitear desde un iphone la mierda de mundo en el que vivimos. Estos viajes ayudan a otros pero también hay un componente egoísta, y es poder darse cuenta de lo afortunados que somos. Nos quejamos de no poder viajar, no poder poner aire acondicionado en casa, no tener una tele más grande. Y está bien, es nuestra realidad y nos afecta. Pero tenemos agua y luz y sanidad. Tenemos un plato de comida 3 veces al día y una familia que nos quiere, amigos con los que tomar una cerveza ¡TENEMOS CERVEZA! Y esto es mucho, muchísimo más de lo que millones de personas jamás tendrán. Me quejo poco, y cada vez menos cuando me preguntan qué tal estoy por haber suspendido el examen o porque no haya salido bien lo del chico de la biblioteca. Mal, estoy mal, pero también estoy feliz y a gusto con todo lo que tengo, con estas ganas de vivir, de compartir y de ayudar. Con esta grandísima suerte de no haber dormido una mierda y poder tomarme el día con calma.

jueves, 25 de mayo de 2017

Bizcocho de almendras.





Mi tío hace el mejor bizcocho de almendras del mundo. No, mi madre lo hace mejor, eso es porque no has probado el mío, el mejor es el que comí en Andorra. MENTIRA. El mejor bizcocho de almendras del mundo es el de mi tío. No puedes decir eso si no has probado el resto. Aunque los pruebe. Aunque sepan mejor, aunque sean más esponjosos y jugosos. El mejor es el de mi tío y punto. Lo hace todas y cada una de las reuniones familiares. Da igual que otro avise que va a llevar tarta, arroz con leche o flan. Él siempre hace su bizcocho de almendras. Un bizcocho fino con una capa de almendras tostaditas por encima. Lo trae en una bandeja de horno que siempre se lleva sucia. La bandeja ha ido cambiando con los años porque son muchos los que lleva haciéndolo. Hubo un tiempo que probó a poner papel albal pero se quedaba pegado. Y cada vez que aparece por la puerta con la enorme bandeja dice siempre la misma frase “Blanca, ve guardando tu parte” porque de la bandeja entera, un tercio me lo llevo yo. Mi tío lleva más 20 años haciendo el bizcocho de almendras para que su sobrina se lo lleve. Y eso, sólo lo hacen los mejores.

viernes, 21 de abril de 2017

Ibuprofeno.

Ya volví de Nepal. Tuve 14 horas de escala en Doha para volver a la realidad y colocarme la espalda y los chackras en un sillón del aeropuerto. Hace más de un mes que volví, pero no he reunido tiempo ni fuerzas ni ganas para escribir. Es lo que pasa cuando estás sobrepasado. Todos nos sobrepasamos. Hay quien lo asume, vive con ello y hace por superarlo y hay quien se cree que puede con todo hasta que se derrumba. Yo lo asumo y luego me derrumbo. Y NO PASA NADA porque cuando eres consciente de dónde estás puedes empezar a avanzar. Uno de los mayores problemas a los que me enfrento últimamente son mis reglas. Tremendamente dolorosas y altamente hirientes para mi estado de ánimo. Intento sobrellevarlas pero llega un momento en el que tengo que mandar todo a la mierda. De tanto decir que las mujeres somos iguales que los hombres al final os lo habéis creído. PUES NO. Yo no puedo ser igual que un hombre en primer lugar porque yo he sido bendecida con el milagro de la vida. Puedo traer hijos al mundo, puedo perpetuar la especie gracias mi útero pero para ello tengo se sufrir un terrible dolor cada 28 días, sangrar hasta la anemia y vomitar de puro malestar. Durante 40 años. Es difícil hacer vida normal, reconozcámoslo. Así que no tengo ganas de escribir. Mi útero procreador no tiene ganas de escribir. 
Voy a por otro ibuprofeno.

domingo, 22 de enero de 2017

Próxima parada: NEPAL

Pues sí, resulta que voy a aprovechar la hartura laboral para colocarme los chakras y el alma. Puesto que el ritmo del viaje a Argentina no me permitió escribir ni actualizar el blog como me hubiera gustado, esta vez no voy a prometer nada, pero sí espero poder compartir un poco más con vosotros.
Lo más importante del viaje es la inmediatez, ya tengo un pie puesto en el Everest y cuando viajas como yo viajo: con cámara de fotos y un par de bragas, lo de esperar meses para coger un avión se hace eterno. Otra cosa importante es que vamos a alojarnos en casa de una familia nepalí y a vivir con ellos. Creo que soy una de las personas más afortunadas del mundo en cuanto a viajes se refiere. Voy a morirme de frío en el suelo de una casa nepalí sin calefacción, pero no se me ocurre una forma mejor de viajar a un país así. A la vuelta se vuelven todos y yo me quedo unos días más. He decidido cumplir 32 años en Katmandú, y, por más que lo pienso, no se me ocurre un lugar mejor.

Puesto que ya me compré todas las cosas (que no usé) para el frío polar de Argentina, apenas tengo que comprar nada para mí, pero al parecer habrá que llevar algunas cosas extra para allá. Se aceptan donaciones para la familia y la comunidad a la que vamos, esta gente todavía está reconstruyendo sus vidas después del terremoto y os aseguro que el dinero llegará directo a las manos de los afectados. Así que si alguien quiere colaborar que me contacte a talvezdos@hotmail.com


sábado, 31 de diciembre de 2016

De que se acaba el año


Y por supuesto no se termina sin hacer balance anual y propósitos para año nuevo.

Han ocurrido muchas cosas muy importantes este año:

He conocido a mi vecino, una de las personas más grandes que hay. Una persona con la que merece la pena compartir la vida. Y no sólo por haber conseguido que nos fuéramos a Argentina, que también, por haber estado a mi lado todos y cada uno de los días de este año, hasta lo que no nos hemos visto o escrito. Porque cuando tienes un amigo como él sabes que pase lo que pase va a estar contigo. Siempre.

También decidí dejar mi antiguo trabajo, no fue fácil, pero la sensación de alivio fue tan tremenda que he disfrutado más la vida desde que tomé la decisión. Es verdad que ahora estoy trabajando en otro sitio que no me apasiona, pero pagan mejor y está más cerca de casa.

He perdido también un amigo. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero su muerte me ha ayudado a enfrentarme al gran tabú de la muerte. Valga la redundancia. Cuando eres adolescente y muere alguien, tú como que no terminas de entenderlo, los que mueren son mayores y puede haber algún drama un poco más cercano, pero todo lo ves suficientemente lejos como para no querer entenderlo. Empecé el año enterrando a padres de amigos y pasé por encima de todos hasta que tuve que enfrentarme a la de O-. Y lo más impresionante ha sido que todo el miedo, el dolor y la pena se fueron en el segundo en el que un amigo de él que conocí en el tanatorio me dijo: “la vida son dos días y uno llueve” y esa hostia en la boca del estómago fue lo que necesité para aceptar la muerte. Darte cuenta de que da igual todo lo que hagas, da igual si vives 20 años que 100, serán siempre pocos. Y en nuestra mano está el disfrutarlos. La hostia fue comprobar que O- los aprovechó tanto que se marchó con toda la felicidad que pudo. Y aquí comenzó mi proceso: 
¿Y tú? Si te mueres ahora ¿podrías irte feliz? 
Tardé un par de meses en asimilarlo. La respuesta en mi caso es sí. Incluso cuando dejé el trabajo, incluso las semanas de locura de final de máster, incluso el día que estoy triste. Incluso ese día, entiendo que es circunstancial, que tengo la grandísima suerte de vivir donde vivo, de tener una familia estupenda, de compartir mi camino con unos amigos increíbles, de tener un plato de comida caliente, de poder irme unos días a la playa con el chico de la biblioteca, de ver nacer y crecer fuertes a todos mis sobrinos. Todo esto lo he visto gracias a que murió un amigo. ¿Me habría dado cuenta igual si no hubiera muerto? Yo creo que sí, pero habría tardado algo más.

Al próximo año no voy a pedirle NADA. A 2016 le pedí ser la mitad de increíble que 2015 y ha sido tan impresionante que quiero empezar el 17 sin ninguna expectativa, con la mente preparada para recibir las hostias y el corazón blandito para amortiguarlas. Cumplo 32 y eso hacen 8 los años que me quedan para completar mi lista de cosas que hacer antes de los 40. Y todas pasan por ser tremendamente feliz, por compartir mi vida con la gente que más quiero, por seguir queriendo a todas y cada una de las personas que están detrás de las pantallas de sus teléfonos dando los buenos días en Twitter. No sabéis lo importantes que llegais a ser hasta que no te vas un tiempo.
Y por supuesto, este año he cumplido el gran sueño de montar la web gracias  P-. Si alguien quiere verla puede enviarme un email o DM y se la paso si lo creo oportuno, la web también.

Procedo a realizar la lista de cosas por las que voy a recordar este año 2016:

-Ponerme un traje de apicultor en Taco Pozo, Argentina.
-Volver al camping sola.
-Conocer a mi vecino.
-Conducir por la carretera Panamericana.
-Ver a tres caballos salvajes corriendo por la carretera Panamericana en mitad de la noche.
-Tener una web.
-Mudarme dentro de mi propia casa.
-Montar en helicóptero.
-Tocar un pulpo vivo bajo el mar.
-Acabar el máster
-Ir todos los días a la biblioteca y demostrarme a mí misma que podía hacerlo.
-Ver las cataratas de Iguazú.
-Reírme a carcajadas buceando.
-Llorar de felicidad.
-Enamorarme.


Y la lista de cosas por las que quiero recordar 2017:

-No haber faltado ni un solo día a natación.
-Volver a Almería.
-No mudarme en todo el año.
-Aprobar el Advance.
-Conocer a gente maravillosa.
-Ver algo bonito
-Reírme a carcajadas todos los días.
-Llorar de felicidad.
-Enamorarme.
-Dormir al raso.

Y si no lo recuerdo por estos motivos será por otros mucho mejores, o completamente diferentes, pero que me harán igualmente feliz.


Espero que hayáis tenido un buen año.
Deseo con todas mis fuerzas que 2017 no os traiga nada de lo que deseéis.
Que os enseñe a disfrutar lo que ya tenéis.
A querer por encima de todo y de todos.
A ser felices como si la vida fueran dos días y uno lloviese.


miércoles, 28 de diciembre de 2016

La web.

En un grupo de fotografía de Facebook una vez subí una foto. Un FOTÓN, vamos. La foto estuvo aquí un tiempo igual alguno la recordáis. Unos cuantos pares de piernas con taconazos, tan largas como sus dueñas y al fondo agachada una chica mirando hacia atrás. La foto es para verla, de verdad. 
Total que la envié al grupo, la gente ponía sus fotos, gente aficionada experimentando con sus cámaras, enfoques, desenfoques, velocidades, obturadores, esas cosas de gente que se cree que sabe de fotografía porque se sabe toda la teoría. La foto apenas tuvo likes, pero se criticó la luz, en encuadre y el enfoque. Que si con este otro objetivo habría sido mejor, que si hubieras enfocado así la chica saldría más enfocada, que si IRSE A LA PUTA MIERDA. Esa foto está hecha en la calle, en un desfile de modelos a las que le pedí hacerle una foto a sus piernas mientras las llamaban para subir a la pasarela, justo en ese momento la puta china de atrás gira la cabeza y yo disparo. Sin mirar encuadre, luz, o velocidad. Disparo con los ojos cerrados porque veo la magnitud de la foto y sé que las posibilidades de que salga bien son mínimas. Me borré del grupo. Estuve años sin enseñar mis fotos. Porque sí, amigos siempre pueden ser mejores. Pero yo disparo en la calle, con la luz que me da el sol, o las farolas, con gente moviéndose o tapándose y de cada 100 fotos sale una y sí, podría ser mejor. Como todo en esta vida.

En unos días podréis visitar mi web de fotos. Vuelvo a enseñar mi trabajo :)

domingo, 4 de diciembre de 2016

Vuelta al trabajo

 Y quién me manda con lo bien que estaba yo llorando por ser pobre. Ahora sigo siendo pobre porque aún no he cobrado y, además, lloro por tener una panda de incompetentes a mi alrededor. Maravilloso.
Lo bueno es que me pilla al lado de casa, voy en bici (Recordadme que tengo que arreglar los frenos). 
Una vez más me he metido en un lugar de los de "quién me manda a mí", con todos los trabajos que hay en el mundo, con todos los colegios que hay en Madrid. Pero bueno, al final me lo terminaré pasando bien porque soy tan jodidamente positiva que hasta de una semana de mierda como esta saco algo bueno: robarle a mi padre unos helados del congelador y traérmelos a mi casa.

Genoma.

Todo el mundo sabe que los vascos son diferentes, otra raza. Patrones genéticos únicos desde hace 7.000 años. Pero lo que diferencia a un vasco no son sus genes, no son sus facciones o su acento. Lo que diferencia a un vasco es su orgullo. De vasco. Un vasco jamás tiene miedo. Jamás siente dolor o pena. Un vasco no llora, ni piensa en lo que ha perdido. Un vasco no sufre. Pero todo eso es mentira. Un vasco llora y siente y padece y se caga en tus muelas, pero luego te da dos palmadas en la espalda, mira el cielo gris y dice que se ha quedado un buen día. Los vascos son diferentes porque su genoma es más grande y por tanto todo lo que hacen es también a lo grande: comer, querer, levantar piedras y claro, es difícil entenderlos. Lo que para ellos es normal para el resto de españoles es demasiado o ridículamente excesivo. Los vascos han sabido adaptarse para sobrevivir. Han tenido descendencia con gentes de otras comunidades autónomas y disimulado sus costumbres exageradas para integrarse dentro de la sociedad. Si alguna vez conoces a un vasco verás que son reservados, colaboradores y huelen bien. Los vascos llevan piedritas en el bolsillo. Cuando tienen un mal día meten la mano dentro y recuerdan su origen, su grandeza y la piedra que te tirarían a la cara para que te calles.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Del tiempo y de la biblioteca



El tiempo en la biblioteca es completamente diferente al del exterior. En ella pasa despacio, sutil, apagado o fuera de cobertura. Empecé a estudiar allí porque en casa no me concentro. Con 31 años ya tendría que saber concentrarme en casa, pero no sé. Y con 31 años no me voy a poner a aprender. Me sirve, además, para organizar mejor mi tiempo, ponerme guapa y darle los buenos días al portero.



Llevaba varios días yendo cuando una mañana en la que había pasado más horas tuiteando que estudiando apareció. Y el tiempo se detuvo. Aquel día y el siguiente, y así una semana. Y no pasaba nada. Y se cortó el pelo y otro día apareció con camisa y otro fue al baño. Y de pronto el tiempo, ese que se había parado, entró con prisa por la puerta ya cerrada detrás de él. Octubre llega y dejaré de ir a la biblioteca o dejará de ir él. Abrí la puerta corriendo para que el tiempo volviera a frenarse pero ya no volvió o no volví yo, ya no me acuerdo.



Y fue entonces cuando reuní todo el valor y toda la vergüenza de mis 31 años estudiando en bibliotecas y escribí una nota con un café y mi número de teléfono.




domingo, 2 de octubre de 2016

La semana bonita.



El lunes amaneció como un lunes de mierda más. La diferencia es que P- estaba en casa porque había venido a Madrid a hacer una entrevista de trabajo.

A media mañana yo había quedado con una amiga para hablar de las distintas posibilidades de montar un negocio juntas. Además, llevaba todo el fin de semana con una idea rondándome la cabeza.

El lunes amaneció como un lunes de mierda más. La diferencia es que P- Encontró trabajo, mi amiga y yo dimos con la clave de negocio ideal y yo escribí una nota en un post-it.



El martes no pude hacer nada con el post-it (de color amarillo) sólo lo pasee hasta la biblioteca. Pero por la tarde mi hermano vino a casa. En el portal nos encontramos con los vecinos de abajo, y mi vecino y mi hermano se dieron un abrazo. Un abrazo tan bonito que me emociona recordarlo.



El miércoles nació N- casi por sorpresa. La retransmisión del parto en directo fue muy bonita y más bonita aún la cara de la niña. Un regalo de día. Volví a llevar el post-it esta vez un poco más nerviosa y lo dejé encima de la mesa del chico-guapo de la biblioteca.



El jueves quedé a comer con mi profesor en la vida y gran amigo M.A. y lo pasamos tan bien que casi se me olvida que por la tarde había quedado con el chico de la biblioteca. Parar la vorágine de la semana para quedar a comer con un amigo y disfrutar del sol, el salmorejo, el pollo al curry. Parar la vorágine de la semana para quedar a comer con un amigo y verle la cara al regalarle una revista de 1972 con todas las canciones de Raphael.



El viernes me desperté nerviosa por volver a la biblioteca y decidí dejar twitter durante un mes. También me dieron la gran noticia de que voy a ser tía otra vez y es que mis amigas me hacen los mejores regalos del mundo.



El sábado pasamos un estupendo día en familia que terminó en una encarnizada guerra por librarse de fregar los cacharros. Y es que a veces la felicidad es sólo eso, comer cocido.



Hoy es domingo y voy a ver a mi vecino. Tiene que contarme que está enamorado mientras nos damos un paseo por el campo.



Yo a esta semana no le pedí nada y me lo ha dado todo.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

He decidido tener un hijo.

He decidido tener un hijo, todo el mundo a mi alrededor los tiene. El otro día fui a un concierto de Petit Pop y era la única que no llevaba niños. Estuve a punto de pedir uno prestado, pero no sé muy bien cómo funciona eso entre las madres.

He hecho un álbum con las fotos del niño para poder enseñarlo en el trabajo y llevo una en la cartera para cuando me encuentro a alguien en el súper.




Aquí está mi hijo:



Os presento a Marquitos, tiene 4 años, pero es el más alto de la clase. Listo, listo no es, pero es muy despierto. Toda la noche despierto. Y por las mañanas es un drama llevarle al colegio, que si no quiero, que si tengo sueño. Menos mal que le gusta desayunar y en cuanto oye el bote del colacao se levanta ligero.






Aquí está con su tío en el Carnaval de Albacete hace dos años. ¡Cómo lo pasamos! Todo el rato que si los caballitos y los globos. La verdad que es muy bueno, pero claro, con tantas luces y músicas pues el niño estaba sobreestimulado y en alguna atracción pues no llamaron la atención. Pero vamos, lo normal.





Esta es de este verano en el taller de collares del campamento urbano, tengo el collar guardado para que no lo vea porque si no me dice que me lo ponga y es horrible. Algún día me lo pongo un rato en casa para hacerle feliz. Pero a la calle no salgo yo con esto ni loca.




Y esta es de cuando nació, 23 horas de parto y no que aparece mi suegra con sus hermanas. Imaginad el cuerpo que yo tenía y no dices nada por educación, pero ya se lo dije yo luego a José, dile a tu madre que venga ella, pero que no traiga a sus hermanas sin avisar. Que parece que tienen prisa por ver al niño y de aquí no nos vamos a mover.




Esta es de cuando le dieron las notas. Ya os he dicho que muy listo no es y aunque se esfuerza mucho, pues algún disgusto nos da. Pero que ya le he dicho yo a su padre que si el niño no vale para estudiar, pues no vale y no pasa nada. Ya hará otra cosa que le dé de comer y le haga feliz.




Ay, esta me gusta mucho, es de las vacaciones en Altea, ni un año tenía y mirad qué morenos nos pusimos. Cómo se lo pasó con las olas, que le entraba una risa... Rebozadito en la arena como croqueta. No tengo muchas fotos de ese viaje porque estaba pendiente del niño, pero ¡qué vacaciones!






Y esta es de Halloween con los niños de su clase. Que yo soy más de Carnaval, pero ya sabéis que ahora todos los colegios son muy modernos y bueno, al final es una excusa para pasarlo bien. El rifle lo tuve que comprar en Amazon porque no lo había en los chinos del barrio, me recorrí medio Madrid. Llamé a mi madre a ver si tenían en el pueblo y al final nada. Menos mal que tengo cuenta premium porque no lo entregaban hasta el lunes y claro, la fiesta era el jueves.








Esto es con tres años, jugando al escondite. Que mi madre no quería cortarle el pelo, porque decía que le quedaba muy bien. Hasta que llegó al cole y cogió piojos y claro, luego quien se los tiene que quitar soy yo. Así que nada, ahora está más feucho, pero bueno.




Esta es del día de la Paz, que yo estoy aprendiendo inglés porque el niño va a un cole bilingüe y así pues le ayudo. No os creáis, que al principio regular, pero ahora pues tiene su punto porque aprendes cosas, y entiendes las letras de las canciones y es muy divertido. Y luego si viajas pues te haces entender, good morning, esas cosas.




Esta es con su primo en el pueblo. Que es llegar allí y se asalvajan los dos, da gusto verlos. Ni los zapatos les puedes poner. Todo el verano corriendo detrás de ellos. Pero mira, esto en la ciudad no lo tienen. Tanta tablet y tango wifi. Yo la verdad que prefiero verlos así. Como nos hemos criado nosotros.





Y ya por último una de este año, para que veáis lo grande que está.

En las Fallas