Pues ya va siendo hora de explicar mi siguiente viaje...
Muchos recordaréis que el año pasado anduve por las Américas, pues en unos
días vuelvo. Con la misma gente pero a otro lugar. Este año nos espera México.
Va a ser un viaje más corto pero todo apunta a que será igual de emocionante.
Nos toca documentar la situación de los migrantes en la frontera con Guatemala.
Unas vacaciones idílicas. Y es que yo, lo de estar en la playa con el culo en
la arena, lo llevo regular. La gente se preocupa y me preguntan por mis padres,
que cómo soy capaz de darles estos disgustos... y aunque sé que es arriesgado
lo que vamos a hacer, estoy segura de que mis padres se vendrían con los ojos
cerrados. Los cambios se hacen desde dentro, y en mi familia el ayudar es algo
que se hace sin pensar. No somos de pedir favores, pero si podemos hacer algo
por alguien, estamos los primeros. En mi casa han vivido tíos, primos y
alemanas desde que yo era bien pequeña. Porque donde caben 2, caben 3 y lo
mismo da echar un puñado de arroz más a la olla. Nos enviaban a campamentos
para chavales sin recursos porque nosotros sí pagábamos y gracias a eso podían
ir otros niños que no. Jamás hemos pedido una beca (aunque nos ha hubieran
dado) porque hay gente que seguro que la ha necesitado más que nosotros y mis
padres con sus más de 50 años son voluntarios cada vez que una asociación del
pueblo necesita ayuda para cualquier cosa. Con un ejemplo así, yo no podía ser
de otra forma. He tenido la grandísima suerte de conocer a mi vecino que tiene
amigos hasta en el infierno y muy poca vergüenza a la hora de pedir las cosas y
hemos conseguido por segundo año consecutivo, ayudar a la ONG a través de
nuestro trabajo. El proyecto de este año va a ser menos bonito estéticamente
hablando, pero es una realidad que hay que denunciar, que hay que visualizar y
esa es nuestra labor: documentar las necesidades de una población que huye de
la miseria, la droga y la violencia. La hostia emocional ya os digo que va a
ser fuerte. Muy fuerte. Pero por encima de eso está la hostia de humildad. El
volver a un hotel con wifi y tuitear desde un iphone la mierda de mundo en el
que vivimos. Estos viajes ayudan a otros pero también hay un componente
egoísta, y es poder darse cuenta de lo afortunados que somos. Nos quejamos de no
poder viajar, no poder poner aire acondicionado en casa, no tener una tele más
grande. Y está bien, es nuestra realidad y nos afecta. Pero tenemos agua y luz
y sanidad. Tenemos un plato de comida 3 veces al día y una familia que nos
quiere, amigos con los que tomar una cerveza ¡TENEMOS CERVEZA! Y esto es mucho,
muchísimo más de lo que millones de personas jamás tendrán. Me quejo poco, y
cada vez menos cuando me preguntan qué tal estoy por haber suspendido el examen
o porque no haya salido bien lo del chico de la biblioteca. Mal, estoy mal,
pero también estoy feliz y a gusto con todo lo que tengo, con estas ganas de
vivir, de compartir y de ayudar. Con esta grandísima suerte de no haber dormido
una mierda y poder tomarme el día con calma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario