Foto: Cisterna, Estambul, Diciembre 2014
Ayer fueron los Oscars y al igual que los Goya me la sudan bastante.
Pero voy a aprovechar la ocación para comentar algo que me ocurre a menudo.
Hace muchos años mi profesora de dibujo nos comentó que ella cuando iba a
un museo solía pararse detrás de alguna señora de esas que van a ver
las obras porque es su sobrino el que explone y no sólo no tienen ni
idea de arte si no que no tienen tampoco el temor a dar su opinión.
Decía que sus palabras valían igual que las de cualquier artista porque eran
opiniones sencillas, naturales, viscerales, de esas que salen sin
pensar, fáciles: ME GUSTA, NO ME GUSTA. Y que nadie podía cuestionar el
gusto de esas señoras porque era suyo y punto.
Yo no veo mucho cine. Es caro y he vivido 4 años en un país en el que las pelis eran en inglés con subtítulos en chino y era imposible descargarse nada en internet. Al margen de eso, nunca me he considerado cinéfila. No me gustan las pelis de miedo, me encantan el rollo años 60, los tonos pastel, las de superhéroes, las de cine independiente. No me gustan las comedias ni las pelis románticas, pero a la hora de la siesta todo vale. Me fijo mucho en la fotografía, en el color y suelo pasar por alto la banda sonora... y esto le da a mi opinión exactamente el mismo valor que a cualquier crítico profesional de cine. Me molesta bastante la gente que intenta explicarme porqué una peli es buena o mala, porque no se trata de eso. Se trata de si a mí me ha gustado o no, y en eso, mi desconocimiendo o tu máster en cine no pueden entrar.