domingo, 20 de agosto de 2017

Vivir, trabajar, viajar en comunidad.

Se nos está acabando el viaje en México, pero no el del aprendizaje que estamos haciendo. Estos últimos días nos han dado un poco de respiro y esperanza. No todo está perdido. Aún queda gente que trabaja para que las personas que menos tienen sean autosuficientes y puedan darle un futuro a sus hijos. Conocer el proyecto de los cafetales en las comunidades tzeltales ha sido, sin duda, una de las cosas más bonitas que he vivido en mucho tiempo. Bien es cierto que los tzeltales son muy cerrados y que te presentes en su casa con 3 cámaras no ayuda. Pero les puede su amabilidad y curiosidad. Y por qué no decirlo, los niños se nos dan bien, y a través de ellos es más fácil conquistar al resto de la familia. Aún así, la experiencia ha sido maravillosa. Eso y llevar una semana viajando en el remolque de una camioneta por caminos que ni las cabras pueden subir. Nos queda mucho por asimilar y pasarán meses hasta que realmente hayamos comprendido todo lo que hemos aprendido en este viaje. Pero qué bien poder vivir y compartir estos momentos.
Nos quedan 2 días en Ciudad de México que pensamos exprimir más que una naranja de zumo. Ya nos recuperaremos en Madrid.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Aceptando


Llevamos dos días de descanso y se agradece poder coger un poco de perspectiva de todo lo vivido. Es jodido, muy jodido hablar con personas que han perdido todo, que huyen de la muerte sin haber hecho nada para merecerlo. Simplemente porque no quieren que sus hijos entren en una mara, o porque su propio hermano es uno de ellos y va a matarlos. Sí señores, escuchar a un hombre contar lo feliz que se sintió el día que vio nacer a su hermano pequeño, el día que su mamá le dijo que tendría que cuidarlo mucho porque era muy pequeño y que 30 años después ese pegotito de nariz chata con el que has crecido, al que has defendido, con el que has jugado vaya a tu casa a matarte a ti y a tus hijos, escuchar eso mientras llora de rabia, de dolor y de miedo por saber que si algún día lo encuentra lo matará. Escuchar eso, no es fácil, pero vivirlo tiene que ser tan horrible que todo lo que se te pasa por la cabeza mientras le escuchas contarlo es anecdótico.
Perdonad si estos días mis textos no tienen mucho sentido gramatical, el cansancio y las emociones no ayudan.
Estos dos días de descanso nos están dando fuerzas, hemos visto los rituales de curación por los ritos indígenas y navegado por un cañón lleno de cocodrilos. Hemos comido rico y dormido en unas camas maravillosas, hemos aprovechado para chequear las redes sociales y asimilar parte de la increíble experiencia que estamos viviendo. Que el viaje es duro, pero la experiencia es muy positiva. Estamos trabajando para mejorar la vida de estas persona y eso, aunque a veces se haga cuesta arriba, nos da fuerzas para seguir trabajando.  

sábado, 12 de agosto de 2017

Imagina

Imagina que tienes un hijo de 12 años. Imagina que va a la escuela a aprender, a jugar. Imagina que un día entran unos señores con armas en su clase y le dicen “Eh, tú, ahora eres de mi banda”. Imagina que lo matan al poco porque sí.
Imagina que eres un costurero, tienes un pequeño taller, para dar de comer a tu familia. Trabajas duro cada día, el negocio no va tan bien como te gustaría. Imagina que un día vienen unos señores con armas a tu taller y te dicen “Eh, tú, o me pagas 300€ a la semana o te mato a ti y a tu familia”. Imagina que tienes otro hijo que ya ha cumplido 14 años. Imagina que un día volviendo de hacer un recado lo paran unos señores con armas, se lo llevan y le tatúan el símbolo de su mara en el brazo. Imagina que tu hijo se escapa, a los días lo encuentran, le dan una paliza y le dicen “Eh, tú, que tienes que ser de los nuestros, ya tienes un tatuaje”. Imagina que sales de tu país, en busca de refugio, para tu familia. Pero sales sólo. En casa se quedan tu mujer y el único hijo que se quedan escondidos para no ser atrapados por la mara. Imagina que encuentras ese lugar después de cruzar andando dos países, alquilas un cuarto, y trabajas duro para poder volver a por tu hijo. Imagina que por fin tienes algo de dinero para traerlo, vuelves andando a por él y te lo traes pero al ser menor de edad tienes que sobornar a todos los policías que te vas encontrando para que le dejen continuar. Imagina que por fin llegáis al cuartito. Imagina que cerca de ese lugar hay un sitio donde te pueden ayudar a tramitar un visado de refugiado. Comienzan los papeles, meses de espera ilegal en un país que no te quiere. Por suerte, en esta pequeña oficina van a ofrecerte todo lo necesario para protegerte. Porque imagina que la mara que persigue a tu hijo también está en el país en el que pides residencia. Imagina.

jueves, 10 de agosto de 2017

Para las maras los migrantes somos "tesoritos"


Pongamos que vas en tren. Uno de esos nocturnos. Pero no vas cómodamente sentado, no tienes billete porque es un tren de mercancías. Y vas el techo, o agarrado a cualquier pieza metálica de dudosa resistencia. El tren frena de golpe en una zona boscosa. Miras y no ves nada. Oyes disparos. Tienes dos opciones, salir corriendo por un bosque que no conoces o encontrar un rincón en el que esconderte y rezar porque no te encuentren. Oyes voces cada vez más cerca. En el mejor de los casos es la Migra (policía migratoria) te encuentran, te dan una paliza, te roban y de vuelta a tu casa. La otra posibilidad es que sea algún grupo organizado: te dan una paliza, te roban, llaman a tu familia y les extorsionan hasta que paguen una cantidad de dinero. Si lo hacen, tú decides si vuelves a casa o sigues el viaje. Si no lo hacen, acabarás muerto en cualquier descampado. 
Fin. 


Y esta es sólo una de las cosas que te pueden pasar. Hoy hemos estado en un albergue de migrantes. Allí desayunan y están tranquilos hasta que pasa uno de los trenes. La Migra no puede entrar, así que los migrantes descansan al sol hasta la hora de la comida. Un pequeño oasis en el camino. 
Otro día os cuento alguna de sus historias. 

lunes, 7 de agosto de 2017

DELICIOSOS TAMALES

La verdad que la ciudad no tiene nada que ver con lo que nos han vendido, además de ser preciosa, no se siente nada insegura y la gente es bastante amable aunque no voy a ocultaros que hemos empezado en Ciudad de México como se debe empezar, presenciando una persecución de un taxista a un turismo, a trompadas por la carretera hasta que lo ha adelantado y lo ha obligado a parar mientras se bajaba del coche con intención de darle un beso. Creo.

Hemos acelerado para no tener que paricipar en el desenlace y porque teníamos una deliciosa comida esperándonos. 

WELCOME TO MÉXICO.