viernes, 19 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 6: Héroes

Esto es increíble. La realidad a veces me supera. La gente aquí tiene una fuerza sobrehumana. Son héroes. Héroes de verdad, no los de las películas. Héroes que luchan contra la mierda de mundo injusto que hemos creado. Los niños aquí sólo comen en la escuela y apenas alcanza para darles pan duro y leche. Imagina que ayer fue feriado y la escuela cerró. Hoy llevaban desde el lunes sin comer. Y ahí estaban, con su sonrisa curiosos por las cámaras, por oírnos hablar raro. ¿ustedes de qué planeta vienen? Y corren detrás de balón y se pelean por hacer la fila.
Los padres les pegan, los abandonan, se mueren consumidos por el al alcohol y niños de 10 años quedan a cargo de sus hermanos pequeños. Demasiado, para cualquiera.
Una experiencia increíble, inolvidable. Ojalá nuestro trabajo sirva para que puedan seguir creciendo, para que sigan siendo niños, para que tengan un futuro. Ojalá.

No hace falta que vengas a ver esto para creértelo, no hace falta que te ponga una foto para que lo veas, no hace falta. Porque ya lo sabes, pero no lo quieres ver.

Ni yo. Hoy voy a dormir en un hotelazo, mañana montaré en helicóptero y comeré asado en Buenos Aires. Y no me puedo sentir mal por ello, por haber caído del lado de los que sí tienen. Pero ya lo vi y decidí hace dos años, en Camboya y lo vuelvo a reafirmar: es el derroche lo que amplia las diferencias entre ricos y pobres. Es el que tú te compres un coche más caro, que consumas tomates en diciembre, que cambies de móvil por capricho. Coherencia es lo que le falta al mundo. Y ya llevo dos años adaptando mi vida para gastar menos, intentando hacer compras adaptadas a la temporada y arreglando lo que esté roto antes de comprar uno nuevo. Y aunque he avanzado mucho, me queda más aún por recorrer. Esto es un proceso interior y exterior. Pensad qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos, pensad en lo romántico de las botellas de vidrio retornables, o las bolsas de la compra de rejillas, las bicicletas restauradas o viajar en transporte público y enamorarse de la nuca del conductor, del primer zumo de naranja del invierno, de bañarse en la playa de Murcia que no es tan bonita como Cancún pero allí no tienen ni la mitad de gracia hablando, del tupper de cristal lleno de comida rica de mamá, de lo especial de comer fuera los días especiales. Qué fácil era ser romántico en los 60 ¿verdad? La vida diaria lo llamaban y qué bonita.

Voy a seguir viajando por turismo y saliendo a cenar los días especiales, pero ahora lo haré con todos los niños y niñas que me han acompañado en este viaje, con sus historias, sus familias y sus sonrisas sobre todo sus sonrisas.

Habrá quien vea en esto una conclusión superficial, pero 10 horas en el motor de un autobús tampoco dan para mucho más.

1 comentario:

Sofi dijo...

Espero ansiosa cada post sobre este viaje. Coincido con tu confusión mental en cada viaje exótico que hago, intentando adaptar mi vida "lujosa" a algo más razonable, sin dejar de tener sentimientos encontrados cada vez que recuerdo esas caritas de críos que se sonrojan cuando los miras y piensan que eres una princesa de cuento.
Me has emocionado. Sigue contándonos!

Saludos!
María