martes, 2 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 3: Cambio de planes.

Después de todo el estrés, preparativos, nervios, compras de última hora, ayer cancelaron nuestro vuelo. Lo han cambiado para un día más tarde. Nada grave, sólo que llegamos a las 5 de la mañana y a las 5 de la tarde estamos cogiendo otro avión a Salta. Una pistola y una almohada cómoda no pueden faltar en mi maleta.
Con estos nervios además de alterada estoy completamente desequilibrada, puedo odiar y querer a alguien en menos de 3 min. También a la inversa. Lo bueno es que soy consciente y me muerdo la lengua antes de abrir la boca. Como el otro día que expresé que estaba flipando porque me iba a Argentina y me contestaron “Bueno, mucha gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada” Me mordí la lengua porque la otra opción era escupirle la cara después de estamparle el vaso de agua. ¿PODEMOS POR FAVOR PENSAR ANTES DE HABLAR? Pues claro que la gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada, y a China y al Polo Norte. Y si vas treinta y siete veces a Argentina seguramente ya no te pondrás nervioso. Pero esta es la vez que me da la gana ponerme histérica. Porque puedo, porque quiero. Porque mis problemas, mis miedos y mis inquietudes no responden a tus cánones de cosas importantes. Porque el día que tú estés nervioso a mí me parecerán motivos anecdóticos. Y mira, tampoco pasa nada. Basta con ser respetuoso. La gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada. Pero a mí sí me va a pasar. Como me pasa cada vez que viajo. Como me pasa cada vez que pongo el cepillo de dientes en el neceser, que repaso la lista de cosas que no puedo olvidar. Como me pasó la semana pasada cuando decidí irme a la playa sola. Que me pasó todo, de todo, por encima, como un tráiler, aplastando mis ideas, mis miedos, me pasó la vida. La vida entera en un viaje a Murcia. Y vuelta. Y me voy a Argentina cagada de miedo porque  no sé qué me voy a encontrar en los barrios más pobres del país, haciendo fotos a la más absoluta miseria, llegar al hotel y sonreír porque tengo wifi para poder contároslo. Es RIDÍCULO. La vida es ridícula, y por eso no pasa nada cuando vas a Argentina y vuelves, excepto que ya no eres el mismo cuando regresas a casa. Excepto porque todo lo que has visto, sentido, olido, es ahora parte de ti. Es algo que no vas a poder borrar, ni cambiar. Excepto porque he dejado el trabajo y a la vuelta ya no volveré al cole.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tenías que haberle estampado el vaso en la cara...seguro que se te pasaban los nervios un poco������.

Fdo: La Rubia��