Mientras duermes los chinos se levantan.
Los niños chinos cogen el tren porque su papá no tiene dinero para comprar un coche.
En su mochila llevan su Infancia y su Inocencia, que, en un frenazo, se desparrama por todo el vagón. Nadie les ayuda a recoger sus más preciadas pertenencias y en un descuido, confunden la Infancia con clases de aritmética de alguna madre calculadora y la Inocencia, con la avaricia de algún padre frustrado.
Los niños chinos cierran su mochila y salen corriendo porque casi se pasan la parada. Al llegar al cole sacan los deberes sin mirar para dárselos a la maestra que, satisfecha por la perfección y pulcritud de sus tareas, les da una desmesurada enhorabuena. Los niños no recuerdan haber hecho tan bien su trabajo y se sorprenden al mirar su propio papel y reconocer el corrector de su padre y la impecable letra de su madre.