lunes, 20 de enero de 2014

Detalles


Esas pequeñas cosas que nos rodean, que apenas percibimos, que vivimos, que nos viven, que aparecen sin saber cómo ni por qué. Esas pequeñas cosas a las que estamos acostumbrados y no deberían dejar de sorprendernos. Esas historias tantas veces contadas y tantas veces oídas que se convierten en propias. Aquella vez que la abuela dijo... o esa otra en la que se comió un bote entero de melocotones en almíbar y la pillaron y se tuvo que quedar a trabajar más ¿cuántos años tenía? 11 o 12 creo, era cuando estaba en la fábrica de galletas. Se tuvo que quedar, pero el bote se lo comió. Yo no había vuelto a su casa. Bueno sí, pero cuando todavía estaban sus cosas. Esta vez apenas quedaban muebles pero sí unos armarios llenos, repletos de sus vestidos. No pude evitar meter la cabeza dentro de uno de ellos para olerlos todos. Con ansia, con cariño, con pena. Los grandes tesoros de mi familia no eran las joyas o el dinero o el piso, eran un buen taco de tarjetas de cumpleaños escritas por mi abuelo a mi abuela. Eran decenas de postales con decenas de palabras y decenas de intenciones. Todas puras, sencillas, suyas. El tesoro más grande de mi familia era el amor de mis abuelos. Yo no sabía cómo se conocieron, o si alguna vez desearon divorciarse. Sólo sabía que mi abuela había guardado todas esas tarjetas con fechas del año 47, 48, 49 y la hoja del mes en que mi abuelo, muchos años después se jubiló.

Foto: Bali, Indonesia, Octubre 2013.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joyas que forman tu historia, nuestra historia.
Y somos lo que vivimos, lo que nos cuentan, lo que sentimos como normal.
Si, trabajaba con 12 años.
Y lo contaba con felicidad, con esa sonrisa que nos enseño que la vida merece la pena disfrutarla.
Y se fué cuando ella lo decidio.
Que nadie mandaba sobre ella.
Esa gran enseñanza nos dejó.
y en eso eres mucho como ella.

Anónimo dijo...

Q yo sepa se conocieron cuando el abuelo hacia zanjas del hospital q hay enfrente y ella salia de casa. El abuelo trabajo en todo.