miércoles, 11 de enero de 2012

Mi retiro...


Siempre he pensado que odiaba Madrid. Bueno, no sé si odio o rencor por todas esas cosas que ocurren en ella y que se quedan contigo para siempre, aunque no quieras. Ahora me he vuelto una señora mayor, vieja y cascarrabias. Y estas vacaciones me he perdido muchas de las cosas buenas de Madrid. Por vieja y cascarrabias. Porque las cosas nunca NUNCA salen como uno planea y seguir los planes nos hace sentir más seguros, pero nos perdemos un montón de cosas. A veces cosas grandes y otras más pequeñas... pero todas importantes. Como unos churros con chocolate, una foto de la Plaza Mayor o un niño saludando desde la ventana. Se han escondido todos lo portales a oscuras donde robar besos o llamar al timbre, están esperando un momento mejor. Otro momento. Y esperan.
He llevado los bolsillos llenos de billetes de tren, y ahora no encuentro ninguno.
Papelitos. Malditos papelitos. Me faltan la horas de guitarra y los rincones de los bares. El café.
Mi Madrid es una buena amiga, siempre ocupada y bien peinada, con la raya a la derecha. Con guantes de piel en invierno y pintalabios rojo, y en verano chanclas de playa y gafas muy oscuras, para que no se le vean los ojos. Verdes. Sonrie aunque no quiera, te empuja a cometer errores y te recoge, después de ellos, con sus brazos cálidos y su color naranja de media tarde.
No es odio, es pura envidia.

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