Pongamos que vas en
tren. Uno de esos nocturnos. Pero no vas cómodamente sentado, no tienes billete
porque es un tren de mercancías. Y vas el techo, o agarrado a cualquier pieza
metálica de dudosa resistencia. El tren frena de golpe en una zona boscosa.
Miras y no ves nada. Oyes disparos. Tienes dos opciones, salir corriendo por un
bosque que no conoces o encontrar un rincón en el que esconderte y rezar porque
no te encuentren. Oyes voces cada vez más cerca. En el mejor de los casos es la
Migra (policía migratoria) te encuentran, te dan una paliza, te roban y de
vuelta a tu casa. La otra posibilidad es que sea algún grupo organizado: te dan
una paliza, te roban, llaman a tu familia y les extorsionan hasta que paguen
una cantidad de dinero. Si lo hacen, tú decides si vuelves a casa o sigues el
viaje. Si no lo hacen, acabarás muerto en cualquier descampado.
Fin.
Y esta es sólo una
de las cosas que te pueden pasar. Hoy hemos estado en un albergue de
migrantes. Allí desayunan y están tranquilos hasta que pasa uno de los trenes.
La Migra no puede entrar, así que los migrantes descansan al sol hasta la hora
de la comida. Un pequeño oasis en el camino.
Otro día os cuento
alguna de sus historias.
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