sábado, 31 de diciembre de 2016

De que se acaba el año


Y por supuesto no se termina sin hacer balance anual y propósitos para año nuevo.

Han ocurrido muchas cosas muy importantes este año:

He conocido a mi vecino, una de las personas más grandes que hay. Una persona con la que merece la pena compartir la vida. Y no sólo por haber conseguido que nos fuéramos a Argentina, que también, por haber estado a mi lado todos y cada uno de los días de este año, hasta lo que no nos hemos visto o escrito. Porque cuando tienes un amigo como él sabes que pase lo que pase va a estar contigo. Siempre.

También decidí dejar mi antiguo trabajo, no fue fácil, pero la sensación de alivio fue tan tremenda que he disfrutado más la vida desde que tomé la decisión. Es verdad que ahora estoy trabajando en otro sitio que no me apasiona, pero pagan mejor y está más cerca de casa.

He perdido también un amigo. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero su muerte me ha ayudado a enfrentarme al gran tabú de la muerte. Valga la redundancia. Cuando eres adolescente y muere alguien, tú como que no terminas de entenderlo, los que mueren son mayores y puede haber algún drama un poco más cercano, pero todo lo ves suficientemente lejos como para no querer entenderlo. Empecé el año enterrando a padres de amigos y pasé por encima de todos hasta que tuve que enfrentarme a la de O-. Y lo más impresionante ha sido que todo el miedo, el dolor y la pena se fueron en el segundo en el que un amigo de él que conocí en el tanatorio me dijo: “la vida son dos días y uno llueve” y esa hostia en la boca del estómago fue lo que necesité para aceptar la muerte. Darte cuenta de que da igual todo lo que hagas, da igual si vives 20 años que 100, serán siempre pocos. Y en nuestra mano está el disfrutarlos. La hostia fue comprobar que O- los aprovechó tanto que se marchó con toda la felicidad que pudo. Y aquí comenzó mi proceso: 
¿Y tú? Si te mueres ahora ¿podrías irte feliz? 
Tardé un par de meses en asimilarlo. La respuesta en mi caso es sí. Incluso cuando dejé el trabajo, incluso las semanas de locura de final de máster, incluso el día que estoy triste. Incluso ese día, entiendo que es circunstancial, que tengo la grandísima suerte de vivir donde vivo, de tener una familia estupenda, de compartir mi camino con unos amigos increíbles, de tener un plato de comida caliente, de poder irme unos días a la playa con el chico de la biblioteca, de ver nacer y crecer fuertes a todos mis sobrinos. Todo esto lo he visto gracias a que murió un amigo. ¿Me habría dado cuenta igual si no hubiera muerto? Yo creo que sí, pero habría tardado algo más.

Al próximo año no voy a pedirle NADA. A 2016 le pedí ser la mitad de increíble que 2015 y ha sido tan impresionante que quiero empezar el 17 sin ninguna expectativa, con la mente preparada para recibir las hostias y el corazón blandito para amortiguarlas. Cumplo 32 y eso hacen 8 los años que me quedan para completar mi lista de cosas que hacer antes de los 40. Y todas pasan por ser tremendamente feliz, por compartir mi vida con la gente que más quiero, por seguir queriendo a todas y cada una de las personas que están detrás de las pantallas de sus teléfonos dando los buenos días en Twitter. No sabéis lo importantes que llegais a ser hasta que no te vas un tiempo.
Y por supuesto, este año he cumplido el gran sueño de montar la web gracias  P-. Si alguien quiere verla puede enviarme un email o DM y se la paso si lo creo oportuno, la web también.

Procedo a realizar la lista de cosas por las que voy a recordar este año 2016:

-Ponerme un traje de apicultor en Taco Pozo, Argentina.
-Volver al camping sola.
-Conocer a mi vecino.
-Conducir por la carretera Panamericana.
-Ver a tres caballos salvajes corriendo por la carretera Panamericana en mitad de la noche.
-Tener una web.
-Mudarme dentro de mi propia casa.
-Montar en helicóptero.
-Tocar un pulpo vivo bajo el mar.
-Acabar el máster
-Ir todos los días a la biblioteca y demostrarme a mí misma que podía hacerlo.
-Ver las cataratas de Iguazú.
-Reírme a carcajadas buceando.
-Llorar de felicidad.
-Enamorarme.


Y la lista de cosas por las que quiero recordar 2017:

-No haber faltado ni un solo día a natación.
-Volver a Almería.
-No mudarme en todo el año.
-Aprobar el Advance.
-Conocer a gente maravillosa.
-Ver algo bonito
-Reírme a carcajadas todos los días.
-Llorar de felicidad.
-Enamorarme.
-Dormir al raso.

Y si no lo recuerdo por estos motivos será por otros mucho mejores, o completamente diferentes, pero que me harán igualmente feliz.


Espero que hayáis tenido un buen año.
Deseo con todas mis fuerzas que 2017 no os traiga nada de lo que deseéis.
Que os enseñe a disfrutar lo que ya tenéis.
A querer por encima de todo y de todos.
A ser felices como si la vida fueran dos días y uno lloviese.


miércoles, 28 de diciembre de 2016

La web.

En un grupo de fotografía de Facebook una vez subí una foto. Un FOTÓN, vamos. La foto estuvo aquí un tiempo igual alguno la recordáis. Unos cuantos pares de piernas con taconazos, tan largas como sus dueñas y al fondo agachada una chica mirando hacia atrás. La foto es para verla, de verdad. 
Total que la envié al grupo, la gente ponía sus fotos, gente aficionada experimentando con sus cámaras, enfoques, desenfoques, velocidades, obturadores, esas cosas de gente que se cree que sabe de fotografía porque se sabe toda la teoría. La foto apenas tuvo likes, pero se criticó la luz, en encuadre y el enfoque. Que si con este otro objetivo habría sido mejor, que si hubieras enfocado así la chica saldría más enfocada, que si IRSE A LA PUTA MIERDA. Esa foto está hecha en la calle, en un desfile de modelos a las que le pedí hacerle una foto a sus piernas mientras las llamaban para subir a la pasarela, justo en ese momento la puta china de atrás gira la cabeza y yo disparo. Sin mirar encuadre, luz, o velocidad. Disparo con los ojos cerrados porque veo la magnitud de la foto y sé que las posibilidades de que salga bien son mínimas. Me borré del grupo. Estuve años sin enseñar mis fotos. Porque sí, amigos siempre pueden ser mejores. Pero yo disparo en la calle, con la luz que me da el sol, o las farolas, con gente moviéndose o tapándose y de cada 100 fotos sale una y sí, podría ser mejor. Como todo en esta vida.

En unos días podréis visitar mi web de fotos. Vuelvo a enseñar mi trabajo :)

domingo, 4 de diciembre de 2016

Vuelta al trabajo

 Y quién me manda con lo bien que estaba yo llorando por ser pobre. Ahora sigo siendo pobre porque aún no he cobrado y, además, lloro por tener una panda de incompetentes a mi alrededor. Maravilloso.
Lo bueno es que me pilla al lado de casa, voy en bici (Recordadme que tengo que arreglar los frenos). 
Una vez más me he metido en un lugar de los de "quién me manda a mí", con todos los trabajos que hay en el mundo, con todos los colegios que hay en Madrid. Pero bueno, al final me lo terminaré pasando bien porque soy tan jodidamente positiva que hasta de una semana de mierda como esta saco algo bueno: robarle a mi padre unos helados del congelador y traérmelos a mi casa.

Genoma.

Todo el mundo sabe que los vascos son diferentes, otra raza. Patrones genéticos únicos desde hace 7.000 años. Pero lo que diferencia a un vasco no son sus genes, no son sus facciones o su acento. Lo que diferencia a un vasco es su orgullo. De vasco. Un vasco jamás tiene miedo. Jamás siente dolor o pena. Un vasco no llora, ni piensa en lo que ha perdido. Un vasco no sufre. Pero todo eso es mentira. Un vasco llora y siente y padece y se caga en tus muelas, pero luego te da dos palmadas en la espalda, mira el cielo gris y dice que se ha quedado un buen día. Los vascos son diferentes porque su genoma es más grande y por tanto todo lo que hacen es también a lo grande: comer, querer, levantar piedras y claro, es difícil entenderlos. Lo que para ellos es normal para el resto de españoles es demasiado o ridículamente excesivo. Los vascos han sabido adaptarse para sobrevivir. Han tenido descendencia con gentes de otras comunidades autónomas y disimulado sus costumbres exageradas para integrarse dentro de la sociedad. Si alguna vez conoces a un vasco verás que son reservados, colaboradores y huelen bien. Los vascos llevan piedritas en el bolsillo. Cuando tienen un mal día meten la mano dentro y recuerdan su origen, su grandeza y la piedra que te tirarían a la cara para que te calles.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Del tiempo y de la biblioteca



El tiempo en la biblioteca es completamente diferente al del exterior. En ella pasa despacio, sutil, apagado o fuera de cobertura. Empecé a estudiar allí porque en casa no me concentro. Con 31 años ya tendría que saber concentrarme en casa, pero no sé. Y con 31 años no me voy a poner a aprender. Me sirve, además, para organizar mejor mi tiempo, ponerme guapa y darle los buenos días al portero.



Llevaba varios días yendo cuando una mañana en la que había pasado más horas tuiteando que estudiando apareció. Y el tiempo se detuvo. Aquel día y el siguiente, y así una semana. Y no pasaba nada. Y se cortó el pelo y otro día apareció con camisa y otro fue al baño. Y de pronto el tiempo, ese que se había parado, entró con prisa por la puerta ya cerrada detrás de él. Octubre llega y dejaré de ir a la biblioteca o dejará de ir él. Abrí la puerta corriendo para que el tiempo volviera a frenarse pero ya no volvió o no volví yo, ya no me acuerdo.



Y fue entonces cuando reuní todo el valor y toda la vergüenza de mis 31 años estudiando en bibliotecas y escribí una nota con un café y mi número de teléfono.




domingo, 2 de octubre de 2016

La semana bonita.



El lunes amaneció como un lunes de mierda más. La diferencia es que P- estaba en casa porque había venido a Madrid a hacer una entrevista de trabajo.

A media mañana yo había quedado con una amiga para hablar de las distintas posibilidades de montar un negocio juntas. Además, llevaba todo el fin de semana con una idea rondándome la cabeza.

El lunes amaneció como un lunes de mierda más. La diferencia es que P- Encontró trabajo, mi amiga y yo dimos con la clave de negocio ideal y yo escribí una nota en un post-it.



El martes no pude hacer nada con el post-it (de color amarillo) sólo lo pasee hasta la biblioteca. Pero por la tarde mi hermano vino a casa. En el portal nos encontramos con los vecinos de abajo, y mi vecino y mi hermano se dieron un abrazo. Un abrazo tan bonito que me emociona recordarlo.



El miércoles nació N- casi por sorpresa. La retransmisión del parto en directo fue muy bonita y más bonita aún la cara de la niña. Un regalo de día. Volví a llevar el post-it esta vez un poco más nerviosa y lo dejé encima de la mesa del chico-guapo de la biblioteca.



El jueves quedé a comer con mi profesor en la vida y gran amigo M.A. y lo pasamos tan bien que casi se me olvida que por la tarde había quedado con el chico de la biblioteca. Parar la vorágine de la semana para quedar a comer con un amigo y disfrutar del sol, el salmorejo, el pollo al curry. Parar la vorágine de la semana para quedar a comer con un amigo y verle la cara al regalarle una revista de 1972 con todas las canciones de Raphael.



El viernes me desperté nerviosa por volver a la biblioteca y decidí dejar twitter durante un mes. También me dieron la gran noticia de que voy a ser tía otra vez y es que mis amigas me hacen los mejores regalos del mundo.



El sábado pasamos un estupendo día en familia que terminó en una encarnizada guerra por librarse de fregar los cacharros. Y es que a veces la felicidad es sólo eso, comer cocido.



Hoy es domingo y voy a ver a mi vecino. Tiene que contarme que está enamorado mientras nos damos un paseo por el campo.



Yo a esta semana no le pedí nada y me lo ha dado todo.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

He decidido tener un hijo.

He decidido tener un hijo, todo el mundo a mi alrededor los tiene. El otro día fui a un concierto de Petit Pop y era la única que no llevaba niños. Estuve a punto de pedir uno prestado, pero no sé muy bien cómo funciona eso entre las madres.

He hecho un álbum con las fotos del niño para poder enseñarlo en el trabajo y llevo una en la cartera para cuando me encuentro a alguien en el súper.




Aquí está mi hijo:



Os presento a Marquitos, tiene 4 años, pero es el más alto de la clase. Listo, listo no es, pero es muy despierto. Toda la noche despierto. Y por las mañanas es un drama llevarle al colegio, que si no quiero, que si tengo sueño. Menos mal que le gusta desayunar y en cuanto oye el bote del colacao se levanta ligero.






Aquí está con su tío en el Carnaval de Albacete hace dos años. ¡Cómo lo pasamos! Todo el rato que si los caballitos y los globos. La verdad que es muy bueno, pero claro, con tantas luces y músicas pues el niño estaba sobreestimulado y en alguna atracción pues no llamaron la atención. Pero vamos, lo normal.





Esta es de este verano en el taller de collares del campamento urbano, tengo el collar guardado para que no lo vea porque si no me dice que me lo ponga y es horrible. Algún día me lo pongo un rato en casa para hacerle feliz. Pero a la calle no salgo yo con esto ni loca.




Y esta es de cuando nació, 23 horas de parto y no que aparece mi suegra con sus hermanas. Imaginad el cuerpo que yo tenía y no dices nada por educación, pero ya se lo dije yo luego a José, dile a tu madre que venga ella, pero que no traiga a sus hermanas sin avisar. Que parece que tienen prisa por ver al niño y de aquí no nos vamos a mover.




Esta es de cuando le dieron las notas. Ya os he dicho que muy listo no es y aunque se esfuerza mucho, pues algún disgusto nos da. Pero que ya le he dicho yo a su padre que si el niño no vale para estudiar, pues no vale y no pasa nada. Ya hará otra cosa que le dé de comer y le haga feliz.




Ay, esta me gusta mucho, es de las vacaciones en Altea, ni un año tenía y mirad qué morenos nos pusimos. Cómo se lo pasó con las olas, que le entraba una risa... Rebozadito en la arena como croqueta. No tengo muchas fotos de ese viaje porque estaba pendiente del niño, pero ¡qué vacaciones!






Y esta es de Halloween con los niños de su clase. Que yo soy más de Carnaval, pero ya sabéis que ahora todos los colegios son muy modernos y bueno, al final es una excusa para pasarlo bien. El rifle lo tuve que comprar en Amazon porque no lo había en los chinos del barrio, me recorrí medio Madrid. Llamé a mi madre a ver si tenían en el pueblo y al final nada. Menos mal que tengo cuenta premium porque no lo entregaban hasta el lunes y claro, la fiesta era el jueves.








Esto es con tres años, jugando al escondite. Que mi madre no quería cortarle el pelo, porque decía que le quedaba muy bien. Hasta que llegó al cole y cogió piojos y claro, luego quien se los tiene que quitar soy yo. Así que nada, ahora está más feucho, pero bueno.




Esta es del día de la Paz, que yo estoy aprendiendo inglés porque el niño va a un cole bilingüe y así pues le ayudo. No os creáis, que al principio regular, pero ahora pues tiene su punto porque aprendes cosas, y entiendes las letras de las canciones y es muy divertido. Y luego si viajas pues te haces entender, good morning, esas cosas.




Esta es con su primo en el pueblo. Que es llegar allí y se asalvajan los dos, da gusto verlos. Ni los zapatos les puedes poner. Todo el verano corriendo detrás de ellos. Pero mira, esto en la ciudad no lo tienen. Tanta tablet y tango wifi. Yo la verdad que prefiero verlos así. Como nos hemos criado nosotros.





Y ya por último una de este año, para que veáis lo grande que está.

En las Fallas

viernes, 26 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 7: Despacito.

Ha sido imposible escribir durante el viaje, ha sido imposible pararse, sentarse a mirarse por dentro, respirar. Ha sido imposible porque si lo hacías te perdías algo. Llevo las postales en la maleta que tendré que enviar desde Madrid y mogollón de alfajores.

Ha sido un viaje espectacular. No creáis que lo que he visto me ha hecho sufrir, porque lo que me ha hecho es más fuerte, aunque tenga que coger carrerilla en los próximos días. Aunque tenga que pararme a mirarme por dentro, a respirar. Han sido unos días tan inmensos que empiezas a ser consciente de lo pequeño que eres: una hormiga más entre todos los millones de hormigas y que en tu mano está que poco a poco las cosas vayan cambiando, aunque sean de a poquito.

También tengo anécdotas de las de hincharse a reír, como dormir en una gasolinera, hacer fotos vestida de apicultora, un día de lluvia en Iguazú y sentirte Forrest Gump viendo el agua subir y bajar y mojarte hasta de lado, visitar las Salinas Grandes con un arqueólogo, comer chipás calentitas, pasar 13 horas en un autobús, mirar el mapa y ver que no has recorrido ni una décima parte del mapa argentino, conducir un coche por la carretera Panamericana, caminar por un basural rodeada de jóvenes pandilleros escuchando Rap y salir llena de picaduras de algo que dolía mucho, soplar polaroids, cruzar los Andes ¡LOS ANDES!, que te pregunten qué idioma hablas en castellano, elegir si eres de Boca o del River Plate, comer en el bar donde se firmó el contrato de publicación de Cien años de Soledad, montar en helicóptero en Brasil, huir de un coatí, ver tucanes, llorar de risa después de haber llorado de rabia y pena, comer dulce de leche todos y cada uno de los días, y alfajores casi todos, festejar la Pachamama… muchas cosas, tantas que quiero redescubrirlas despacito.

viernes, 19 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 6: Héroes

Esto es increíble. La realidad a veces me supera. La gente aquí tiene una fuerza sobrehumana. Son héroes. Héroes de verdad, no los de las películas. Héroes que luchan contra la mierda de mundo injusto que hemos creado. Los niños aquí sólo comen en la escuela y apenas alcanza para darles pan duro y leche. Imagina que ayer fue feriado y la escuela cerró. Hoy llevaban desde el lunes sin comer. Y ahí estaban, con su sonrisa curiosos por las cámaras, por oírnos hablar raro. ¿ustedes de qué planeta vienen? Y corren detrás de balón y se pelean por hacer la fila.
Los padres les pegan, los abandonan, se mueren consumidos por el al alcohol y niños de 10 años quedan a cargo de sus hermanos pequeños. Demasiado, para cualquiera.
Una experiencia increíble, inolvidable. Ojalá nuestro trabajo sirva para que puedan seguir creciendo, para que sigan siendo niños, para que tengan un futuro. Ojalá.

No hace falta que vengas a ver esto para creértelo, no hace falta que te ponga una foto para que lo veas, no hace falta. Porque ya lo sabes, pero no lo quieres ver.

Ni yo. Hoy voy a dormir en un hotelazo, mañana montaré en helicóptero y comeré asado en Buenos Aires. Y no me puedo sentir mal por ello, por haber caído del lado de los que sí tienen. Pero ya lo vi y decidí hace dos años, en Camboya y lo vuelvo a reafirmar: es el derroche lo que amplia las diferencias entre ricos y pobres. Es el que tú te compres un coche más caro, que consumas tomates en diciembre, que cambies de móvil por capricho. Coherencia es lo que le falta al mundo. Y ya llevo dos años adaptando mi vida para gastar menos, intentando hacer compras adaptadas a la temporada y arreglando lo que esté roto antes de comprar uno nuevo. Y aunque he avanzado mucho, me queda más aún por recorrer. Esto es un proceso interior y exterior. Pensad qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos, pensad en lo romántico de las botellas de vidrio retornables, o las bolsas de la compra de rejillas, las bicicletas restauradas o viajar en transporte público y enamorarse de la nuca del conductor, del primer zumo de naranja del invierno, de bañarse en la playa de Murcia que no es tan bonita como Cancún pero allí no tienen ni la mitad de gracia hablando, del tupper de cristal lleno de comida rica de mamá, de lo especial de comer fuera los días especiales. Qué fácil era ser romántico en los 60 ¿verdad? La vida diaria lo llamaban y qué bonita.

Voy a seguir viajando por turismo y saliendo a cenar los días especiales, pero ahora lo haré con todos los niños y niñas que me han acompañado en este viaje, con sus historias, sus familias y sus sonrisas sobre todo sus sonrisas.

Habrá quien vea en esto una conclusión superficial, pero 10 horas en el motor de un autobús tampoco dan para mucho más.

jueves, 11 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 5: Escribo por no llorar

Esto es increíble. Tenemos una idea TAN equivocada de Argentina... Las gentes del norte con indígenas, señoras y caballeros: morenos, chaparritos y pobres. Muy pobres: 

Que las bandas de barrio se matan entre ellos por cruzar la calle equivocada.

Que la droga está tan presente que los niños de 10 años esnifan pegamento desde las 9 de la mañana.

Que los niños se mueren por desnutrición. 

Por desnutrición. Manda cojones. 

Y en la otra cara de todo esto, gente matándose a trabajar para que estos niños estudien, para que las familias entiendan que es importante salir de ahí, que tienen pocas posibilidades pero las tienen y que tienen que creerse capaces, porque lo son. 

Y ahora, por favor, que alguien me justifique cómo Messi puede ganar lo que gana.

 

Pd: No creáis que estoy mal, al contrario, me siento afortunada de poder colaborar a mi forma, de estar aquí y ser consciente. Pero en algún lugar tenía que expresar todo esto y este, al fin y al cabo, es mi blog.

domingo, 7 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 4: La flor en el culo



Resulta que ya estamos en Argentina... QUE YA ESTAMOS EN ARGENTINA
Aún no me lo creo.
No sé si es el cansancio, la alegría, o los dos días sin dormir pero ayer pillé la cama y me faltó besarla. Como empanadas por encima de mis posibilidades.
Llegamos a Buenos Aires, a las 4:30 de la mañana y sólo tardamos 2 horas (dos) en pasar el control de aduana. Resulta que no se puede entrar casi nada en el país y menos aún comida y electrónica, así que imaginad, todo el equipo de fotos y un kilo y pico de embutidos para mi amiga V- y su marido que hacía 3 años que no veía... Parece que les llamó tanto el despliegue de medios fotográficos que pasaron por alto el jamón ibérico. Y al no ser resistentes no pudieron ponernos pegas por llevar más objetivos el Ibex35 a principios de año. Entrando por la puerta grande.
Llegamos para la reunión del proyecto, organizar fechas, visitas, hoteles y una vez que todo estuvo listo quedamos a comer con V- y corriendo de nuevo al aeropuerto. Pero otro, porque resulta que la mayoría de las ciudades del mundo tienen dos aeropuerto o tres o yo qué sé.
A las 8 de la tarde aterrizábamos en Salta. Arrastrando una maleta de más de 32 horas sin dormir. A las 9 de la mañana teníamos que estar en casa de una d elas chicas de la ONG que amablemente se había ofrecido a llevarnos a Cafayate puesto que ella tenía que ir. Y una hora más tarde estábamos montados en una furgoneta con ella, su hija de 8 años y su suegra (una indígena de 84 años). Un viaje de 3h se hizo de 5. Paramos a ver las mejores vistas de  las Quebradas de Cafayate, nos contó las anécdotas y leyendas de la zona, el porqué de las telas rojas atadas a los árboles en honor al Gauchito Gil o como el hermano de su suegra fue a buscar uno de los tesoro de los Jesuitas y se perdió. Además nos dieron todo el tiempo del mundo para hacer fotos, cosa a la que no estoy acostumbrada. Tengo que reconocer que se me saltaron las lágrimas de ver algo tan increíble, de poder disfrutar de aquella magia de la Madre Naturaleza o mejor, de la Pachamama, como la llaman los indígenas de aquí. El viaje, hasta ahora no puede ir mejor.
Otra cosa muy divertida es que viajo con un fotógrafo y me hace fotos. ¡Mamá, voy a salir en las fotos de mis vacaciones!

martes, 2 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 3: Cambio de planes.

Después de todo el estrés, preparativos, nervios, compras de última hora, ayer cancelaron nuestro vuelo. Lo han cambiado para un día más tarde. Nada grave, sólo que llegamos a las 5 de la mañana y a las 5 de la tarde estamos cogiendo otro avión a Salta. Una pistola y una almohada cómoda no pueden faltar en mi maleta.
Con estos nervios además de alterada estoy completamente desequilibrada, puedo odiar y querer a alguien en menos de 3 min. También a la inversa. Lo bueno es que soy consciente y me muerdo la lengua antes de abrir la boca. Como el otro día que expresé que estaba flipando porque me iba a Argentina y me contestaron “Bueno, mucha gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada” Me mordí la lengua porque la otra opción era escupirle la cara después de estamparle el vaso de agua. ¿PODEMOS POR FAVOR PENSAR ANTES DE HABLAR? Pues claro que la gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada, y a China y al Polo Norte. Y si vas treinta y siete veces a Argentina seguramente ya no te pondrás nervioso. Pero esta es la vez que me da la gana ponerme histérica. Porque puedo, porque quiero. Porque mis problemas, mis miedos y mis inquietudes no responden a tus cánones de cosas importantes. Porque el día que tú estés nervioso a mí me parecerán motivos anecdóticos. Y mira, tampoco pasa nada. Basta con ser respetuoso. La gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada. Pero a mí sí me va a pasar. Como me pasa cada vez que viajo. Como me pasa cada vez que pongo el cepillo de dientes en el neceser, que repaso la lista de cosas que no puedo olvidar. Como me pasó la semana pasada cuando decidí irme a la playa sola. Que me pasó todo, de todo, por encima, como un tráiler, aplastando mis ideas, mis miedos, me pasó la vida. La vida entera en un viaje a Murcia. Y vuelta. Y me voy a Argentina cagada de miedo porque  no sé qué me voy a encontrar en los barrios más pobres del país, haciendo fotos a la más absoluta miseria, llegar al hotel y sonreír porque tengo wifi para poder contároslo. Es RIDÍCULO. La vida es ridícula, y por eso no pasa nada cuando vas a Argentina y vuelves, excepto que ya no eres el mismo cuando regresas a casa. Excepto porque todo lo que has visto, sentido, olido, es ahora parte de ti. Es algo que no vas a poder borrar, ni cambiar. Excepto porque he dejado el trabajo y a la vuelta ya no volveré al cole.

jueves, 28 de julio de 2016

Diario de una aventura argentina 2: Decathlon



Aún me quedan algunas compras que hacer y hasta que no meta todo en la mochila no sabré qué me falta. Más bien hasta que no llegue allí.


El otro día fui a comprar champú sólido ¿Champú solido? Sí, hija, champú solido. Como una pastilla de jabón, pero para el pelo ¿Pero eso existe? Sí, en una tienda maravillosa llamada Lush ¿la de los jabones? Esa. Ya compré hace mucho cuando hice el Camino de Santiago y aunque durante años usé su delicioso jabón de miel, dejé de hacerlo. Desde que volví de Singapur lo he comprado varias veces hasta ayer, que me volví loca en la tienda: Dos champús sólidos, jabón de miel, barrita de masaje y acondicionador sólido
¿acondicionador sólido? Como una pastilla de jabón, pero de acondicionador para el pelo ¿pero eso existe? eso parece, me enteré ayer. Total que al llegar a casa y abrir todos los productos, apareció un paquete que no había comprado. Lo primero que pensé fue “Mierda, le he robado el jabón a la señora de al lado, joder Blanca, estás en la parra, cómo has podido coger el jabón de la señora, que va a llegar a casa y le va a faltar” hasta que vi la tarjera: “Cadena de favores” y se me saltaron las lágrimas. 
Lush es una tienda de cosmética fresca, con productos naturales, sin aceite de palma y sin testar en animales ¿Qué más se puede pedir? Porque una cosa es estar guapa y otra estarlo a base de la deforestación en Indonesia (Sí, os debo una entrada sobre el aceite de palma). Y vale que el testado en animales es necesario, pero para medicamentos que salven vidas, no para que yo tenga la piel tersa. En fin, que os animo a que le echéis un ojo a la tienda https://www.lush.es/

También fui al Decathlon, esa horrible tienda, estandarte y blasón de la GENERACIÓN QUECHUA. Igual para algunas compras no es lo más acertado, pero cuando quieres comprar ropa de invierno en pleno julio, alguna posibilidad tienes. Aunque para ello tengas que desenganchar algún niño aferrado a la percha cual mono salvaje. Porque sí, señores, los padres llevan a los niños a que jueguen (y den por saco) mientras ellos les compran todo lo necesario para irse de campamento. No olviden marcar la ropa, que luego se pierde y nadie sabe que quién es la esterilla quechua que TODOS los niños tienen iguales.
Finalmente compré dos jerseis y dos forros polares por 40€... por algo siempre terminamos comprando allí... pero mejor no es cuento el mal rato que pasé probándome aquello.


Bien es cierto que las zapatillas de trekking no me las he comprado ahí... Porque cuando se trata de ropa muy técnica al final lo barato, sale caro. Y yo, que soy de subirme al risco más alto, prefiero caminar sobre seguro y si mis zapatillas color Plum ya me han llevado a ver esto... la de cosas increibles me quedan por caminar...


 Aún me queda por comprar la mochila de la cámara y un par de pantalones todoterreno, pero ya estamos en la cuenta atrás, organizar la casa para que el Primo esté en ella al querer, repartir besos y abrazos a los amigos y familia, recopilar direcciones para mandar postales, comprobar la maleta 8 veces, 9 mejor, terminar el seguro del equipo de fotos, estar triste porque no te voy a ver en un mes, preparar los cargadores y tarjetas, meter programas de edición en el ordenador, vaciar el disco duro, el pasaporte ¡EL PASAPORTE!… sólo queda una semana para aterrizar.



viernes, 15 de julio de 2016

Diario de una aventura argentina 1: Comienza el viaje.


Voy a hacer un diario de mi viaje y el viaje comienza ya, con los preparativos, compras y nervios.

Llevo varias semanas preparando cosas que tienen que ir en la maleta y entre el bañador y los esquís no sé si me cabrá todo.

Lo que sí que no va a faltar es la cámara. Justo estoy haciendo un seguro al equipo y es un follón. Supongo que la gente que hace seguros a menudo pues no le parecerá complejo, pero yo soy un poco vaga y estas cosas me aburren sobremanera.


Las zonas que vamos a visitar por trabajo son Buenos Aires, Salta y Corrientes (Estrellicas)
También hemos estado planeando los días que tenemos libres. Ya tenemos hotelazo en Iguazú y estamos buscando cómo contratar helicóptero para sobrevolar las cataratas. A lo loco. El resto del viaje iremos en autobús, coche, albergue y casas de acogida, así que tiraremos la casa por la ventana los últimos días. Para volver a Buenos Aires desde Iguazú hemos cogido avión con tan mala suerte que el billete de turista sólo deja meter maleta de 15 kg y 5 de mano. Así que para ampliar peso tendremos que volar en primera. Mi primer viaje en Bussines y sólo va a durar 2 horas. 

Después de 3 semanas de mochilera no sé cómo nos acogerán en el avión. Intentaré roncar mucho, por joder.

Aún queda por preparar los días libres en Salta que tiene toda la pinta de llevarse una excursión en bici a los yacimientos arqueológicos y las quebradas de Cafayate. Pero ya veremos dónde terminamos.

Mientras me he comprado unas zapatillas de trekking que tengo que ir domando. El forro polar con neopreno ya si eso lo domo allí, aunque viendo el frío polar que está haciendo en Madrid estos días no descarto quitarle la etiqueta y salir a tomarme una cerveza en chanclas y con él puesto.


Y la gran alegría de esta semana ha sido no tener que renovar el pasaporte. En algunos países (Argentina es uno de ellos) el pasaporte tiene que tener una vigencia mínima de 6 meses y a mí me cumple esa vigencia en medio de mi viaje. La verdad que me daba muchísima pena tener que cambiarlo después de casi 5 años viajando con él. Hemos recorrido tantos lugares y tiene unas pegatinas tan bonitas que me parecía digno cruzar el charco con él antes de su jubilación. 

 





Siempre he querido ir a Sudamérica, conocer la tierra del café (?) y el hogar de muchos de mis amigos, pero siempre me lo tomé como un proyecto a largo plazo, como algo que ya haría cuando tuviera tiempo, y dinero, ya de mayor. Y de pronto me voy así, flus, con mi pasaporte viejito, con mis zapatillas nuevas, con mi vecino al que hace apenas unos meses que conozco. Y con tantas ganas de ver, compartir y aprender que pienso engordar el alma hasta pagar exceso de peso.