Me crié en el extrarradio de la capital, pero mi
abuela dice que soy buena gente. Y guapa. También dice que soy guapa. Los
domingos no voy a misa, pero paso por la puerta. Vivo enfrente de la iglesia.
Duermo con la persiana subida porque pasé años mudándome de casa en casa y me despertaba desubicada. No me gusta que los niños griten en el patio de mi
edificio. Son muy molestos cuando intentas ver una película. Pero casi nunca
veo películas. Prefiero las series. Pienso que las películas son muy largas y al
final siempre termino enlazando capítulos durante más de 3 horas. Hoy le he
preguntado al portero por la vecina de arriba, llevo días sin verla y es una
señora mayor. Al volver de Correos me ha dicho que la había visto ya y que
estaba bien. Mis amigas se preocupan de mis relaciones amorosas, pero lo que no
saben es que a mí ya empiezan a no preocuparme. Pasado mañana hace un año que
le dejé el post-it al chico de la biblioteca y lo más triste es que ni siquiera
le he echado de menos. El año pasado compartimos el que creí sería el último
bote de pisto de mi abuela. Pero resulta que tengo otro. Pienso guardarlo hasta
el puente de diciembre, iré a Almería, compraré una barra de pan y me lo comeré
en la playa. Preferiblemente sola. Y le diré al mar que este año la vida se ha
portado regular pero que no pasa nada. No soy rencorosa.