jueves, 28 de julio de 2016

Diario de una aventura argentina 2: Decathlon



Aún me quedan algunas compras que hacer y hasta que no meta todo en la mochila no sabré qué me falta. Más bien hasta que no llegue allí.


El otro día fui a comprar champú sólido ¿Champú solido? Sí, hija, champú solido. Como una pastilla de jabón, pero para el pelo ¿Pero eso existe? Sí, en una tienda maravillosa llamada Lush ¿la de los jabones? Esa. Ya compré hace mucho cuando hice el Camino de Santiago y aunque durante años usé su delicioso jabón de miel, dejé de hacerlo. Desde que volví de Singapur lo he comprado varias veces hasta ayer, que me volví loca en la tienda: Dos champús sólidos, jabón de miel, barrita de masaje y acondicionador sólido
¿acondicionador sólido? Como una pastilla de jabón, pero de acondicionador para el pelo ¿pero eso existe? eso parece, me enteré ayer. Total que al llegar a casa y abrir todos los productos, apareció un paquete que no había comprado. Lo primero que pensé fue “Mierda, le he robado el jabón a la señora de al lado, joder Blanca, estás en la parra, cómo has podido coger el jabón de la señora, que va a llegar a casa y le va a faltar” hasta que vi la tarjera: “Cadena de favores” y se me saltaron las lágrimas. 
Lush es una tienda de cosmética fresca, con productos naturales, sin aceite de palma y sin testar en animales ¿Qué más se puede pedir? Porque una cosa es estar guapa y otra estarlo a base de la deforestación en Indonesia (Sí, os debo una entrada sobre el aceite de palma). Y vale que el testado en animales es necesario, pero para medicamentos que salven vidas, no para que yo tenga la piel tersa. En fin, que os animo a que le echéis un ojo a la tienda https://www.lush.es/

También fui al Decathlon, esa horrible tienda, estandarte y blasón de la GENERACIÓN QUECHUA. Igual para algunas compras no es lo más acertado, pero cuando quieres comprar ropa de invierno en pleno julio, alguna posibilidad tienes. Aunque para ello tengas que desenganchar algún niño aferrado a la percha cual mono salvaje. Porque sí, señores, los padres llevan a los niños a que jueguen (y den por saco) mientras ellos les compran todo lo necesario para irse de campamento. No olviden marcar la ropa, que luego se pierde y nadie sabe que quién es la esterilla quechua que TODOS los niños tienen iguales.
Finalmente compré dos jerseis y dos forros polares por 40€... por algo siempre terminamos comprando allí... pero mejor no es cuento el mal rato que pasé probándome aquello.


Bien es cierto que las zapatillas de trekking no me las he comprado ahí... Porque cuando se trata de ropa muy técnica al final lo barato, sale caro. Y yo, que soy de subirme al risco más alto, prefiero caminar sobre seguro y si mis zapatillas color Plum ya me han llevado a ver esto... la de cosas increibles me quedan por caminar...


 Aún me queda por comprar la mochila de la cámara y un par de pantalones todoterreno, pero ya estamos en la cuenta atrás, organizar la casa para que el Primo esté en ella al querer, repartir besos y abrazos a los amigos y familia, recopilar direcciones para mandar postales, comprobar la maleta 8 veces, 9 mejor, terminar el seguro del equipo de fotos, estar triste porque no te voy a ver en un mes, preparar los cargadores y tarjetas, meter programas de edición en el ordenador, vaciar el disco duro, el pasaporte ¡EL PASAPORTE!… sólo queda una semana para aterrizar.



viernes, 15 de julio de 2016

Diario de una aventura argentina 1: Comienza el viaje.


Voy a hacer un diario de mi viaje y el viaje comienza ya, con los preparativos, compras y nervios.

Llevo varias semanas preparando cosas que tienen que ir en la maleta y entre el bañador y los esquís no sé si me cabrá todo.

Lo que sí que no va a faltar es la cámara. Justo estoy haciendo un seguro al equipo y es un follón. Supongo que la gente que hace seguros a menudo pues no le parecerá complejo, pero yo soy un poco vaga y estas cosas me aburren sobremanera.


Las zonas que vamos a visitar por trabajo son Buenos Aires, Salta y Corrientes (Estrellicas)
También hemos estado planeando los días que tenemos libres. Ya tenemos hotelazo en Iguazú y estamos buscando cómo contratar helicóptero para sobrevolar las cataratas. A lo loco. El resto del viaje iremos en autobús, coche, albergue y casas de acogida, así que tiraremos la casa por la ventana los últimos días. Para volver a Buenos Aires desde Iguazú hemos cogido avión con tan mala suerte que el billete de turista sólo deja meter maleta de 15 kg y 5 de mano. Así que para ampliar peso tendremos que volar en primera. Mi primer viaje en Bussines y sólo va a durar 2 horas. 

Después de 3 semanas de mochilera no sé cómo nos acogerán en el avión. Intentaré roncar mucho, por joder.

Aún queda por preparar los días libres en Salta que tiene toda la pinta de llevarse una excursión en bici a los yacimientos arqueológicos y las quebradas de Cafayate. Pero ya veremos dónde terminamos.

Mientras me he comprado unas zapatillas de trekking que tengo que ir domando. El forro polar con neopreno ya si eso lo domo allí, aunque viendo el frío polar que está haciendo en Madrid estos días no descarto quitarle la etiqueta y salir a tomarme una cerveza en chanclas y con él puesto.


Y la gran alegría de esta semana ha sido no tener que renovar el pasaporte. En algunos países (Argentina es uno de ellos) el pasaporte tiene que tener una vigencia mínima de 6 meses y a mí me cumple esa vigencia en medio de mi viaje. La verdad que me daba muchísima pena tener que cambiarlo después de casi 5 años viajando con él. Hemos recorrido tantos lugares y tiene unas pegatinas tan bonitas que me parecía digno cruzar el charco con él antes de su jubilación. 

 





Siempre he querido ir a Sudamérica, conocer la tierra del café (?) y el hogar de muchos de mis amigos, pero siempre me lo tomé como un proyecto a largo plazo, como algo que ya haría cuando tuviera tiempo, y dinero, ya de mayor. Y de pronto me voy así, flus, con mi pasaporte viejito, con mis zapatillas nuevas, con mi vecino al que hace apenas unos meses que conozco. Y con tantas ganas de ver, compartir y aprender que pienso engordar el alma hasta pagar exceso de peso.