Cuatro días cruzando el mercado local, esquivando, perros,
motos, niños, camiones con verduras o tuk-tuks que derrapan, para llegar al
cole. Ese en el que los niños hacen tres filas antes de entrar en clase, dos de
niños y uno de niñas. Ese en el que las chanclas se quedan fuera del aula y
dentro se arrastran las sillas y las piezas de Lego descoloridas por el uso.
Ese cole en el que lo primero que se hace al comenzar la clase es escribir la
fecha con caligrafía de imprenta y unos doses redonditos, redonditos en la
parte de arriba. Doses con caracoles. Ese es el cole en el que los niños son
niños sin más y pueden, por unas horas dejar de ser lo que los adultos quieren, para ser lo que les de la gana.
-Nota:
Ayer los niños de la
mañana decidieron ponerse ramitas en la cabeza a modo de corona de Julio Cesar.
Las niñas se rieron de ellos y pasaron olímpicamente del juego, así que ellos
decidieron radicalizarlo un poco más arrancando unas flores de la valla y
decorando sus coronas son los colores más bonitos del colegio. Paseándose por
el patio, con el pecho bien alto como si de una película de romanos se tratase.
-Nota 2:
Hay vidas muy jodidas, así que no nos quejemos más. Vale ya de dramatizar las situaciones. No siempre las cosas son como queremos. Nos preocupamos por si nos entienden, o si nos quieren o cómo ahorrar para comprar el nuevo iPhone. Y mientras, hay niños que se preocupan porque sus padres, borrachos, no les apaguen cigarrillos en el brazo.
Hay vidas muy jodidas, así que no nos quejemos más. Vale ya de dramatizar las situaciones. No siempre las cosas son como queremos. Nos preocupamos por si nos entienden, o si nos quieren o cómo ahorrar para comprar el nuevo iPhone. Y mientras, hay niños que se preocupan porque sus padres, borrachos, no les apaguen cigarrillos en el brazo.
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