domingo, 24 de enero de 2016

La muerte de Abel

"Los martes por la tarde voy a terapia.
No he podido decirlo hasta ahora porque me daba vergüenza.
Todo empezó con la muerte de Abel.
Al principio pensé que era normal.
No dormir, pensar en él, llorar por las esquinas.
Luego la cosa se alargó en el tiempo.
Dejé de comer.
De llamar.
De escribir.
Mis amigos dejaron de invitarme a sus fiestas.
No iba nunca y las veces que lo hacía era una tortura.
¿Cómo podían estar celebrando nada con Abel muerto?
Mi familia intentó todo.
Y al final dejó de llamar también.
La que más sufrió fue mamá.
Sigue sufriendo, supongo.
Después de dos años de vivir en un pozo de destrucción, decidí salir.
Había perdido el trabajo.
El gobierno ya no me daban más ayudas.
Me iban a cortar la luz.
Me dejaron una publicidad en el parabrisas del coche.
“Gabinete de Psicología, especialistas en pérdidas de seres queridos”
Llamé.
Llevo tres meses.
He vuelto a comer.
Duermo algo, pero todavía no mucho.
He dejado de llorar cada día.
La muerte de Abel sigue presente.
Quizás, si no le hubiera empujado por la ventana, seguiría vivo."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La proxima vez avisas. Que algunos tenemos problemas cardiacos.

Unknown dijo...

No te culpes, si dios quisiera que siguiera vivo le habría enseñado a volar.
PD. Soy tu sicológico.