miércoles, 15 de octubre de 2014

21 de Agosto de 2014 Doses con caracoles.


Cuatro días cruzando el mercado local, esquivando, perros, motos, niños, camiones con verduras o tuk-tuks que derrapan, para llegar al cole. Ese en el que los niños hacen tres filas antes de entrar en clase, dos de niños y uno de niñas. Ese en el que las chanclas se quedan fuera del aula y dentro se arrastran las sillas y las piezas de Lego descoloridas por el uso. Ese cole en el que lo primero que se hace al comenzar la clase es escribir la fecha con caligrafía de imprenta y unos doses redonditos, redonditos en la parte de arriba. Doses con caracoles. Ese es el cole en el que los niños son niños sin más y pueden, por unas horas dejar de ser lo que los adultos quieren, para ser lo que les de la gana.

-Nota:
 Ayer los niños de la mañana decidieron ponerse ramitas en la cabeza a modo de corona de Julio Cesar. Las niñas se rieron de ellos y pasaron olímpicamente del juego, así que ellos decidieron radicalizarlo un poco más arrancando unas flores de la valla y decorando sus coronas son los colores más bonitos del colegio. Paseándose por el patio, con el pecho bien alto como si de una película de romanos se tratase.

-Nota 2:
Hay vidas muy jodidas, así que no nos quejemos más. Vale ya de dramatizar las situaciones. No siempre las cosas son como queremos. Nos  preocupamos por si nos entienden, o si nos quieren o cómo ahorrar para comprar el nuevo iPhone. Y mientras, hay niños que se preocupan porque sus padres, borrachos, no les apaguen cigarrillos en el brazo.

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