domingo, 22 de julio de 2012

El día que le pegué a un mono con un plato


La verdad que el titulo de hoy no necesita mucho más.
Los que vivís cerca de monos sabréis de lo que hablo y los que no... pues os voy a contar a historia de como yo, una defensora a ultranza de los animales le pegué un cogotazo con plato de plástico (duro) a un mono en toda la cabeza:

Allá por el año 2011, D- y yo decidimos ir a Borneo a hacernos unas excursiones por una reserva natural muy bonita. Preciosa. El primer día sólo nos equivocamos 3 veces de camino y nos subimos la misma cuesta de la muerte una 7 veces. El segundo día decidimos hacer algo un poco más largo, y optamos por una ruta de 9 horas y 11km de distancia. Para los que no sois muy de campo 9h para 11km sólo significa 2 cosas, o que vas de paseo con tu abuela o que el camino es asquerosamente complicado. Pero nosotros como buenos españoles dijimos "buah, esto apretando un poco el paso nos lo hacemos en 7 horas" y quedamos con otros españoles en compartir el barco que nos llevarían de vuelta a la civilización 8horas más tarde ("una hora de margen para tomarnos unas cerves después del paseo").
Gracias a Dios pudimos quedarnos una noche más en las cabañas de la reserva. Tardamos 8 horas y llegamos con el tiempo justo para decirle a los otros españoles que ya si eso nos veíamos en España que nosotros nos quedábamos allí, en lo verde.
Por supuesto a las 5 de la tarde en Malasia no es que no puedas comer, es que ni siquiera tienen comida. Así que después de la ducha fría de después de la ducha monzónica que nos cayó durante el paseo (vuelvelo a leer que tiene sentido), lo único que teníamos para comer era un poco de piña un café y unos minúsculos paquetitos de galletas. Y con eso, tuvimos que esperar las 7 de la tarde a que hicieran la cena. Con más hambre que cansancio nos sentamos tranquilamente en unas mesas a disfrutar de la tormenta cuando una docena de monos decidieron venir a hacernos compañía. Nosotros que en esto de los monos ya tenemos experiencia sabemos que son muy bonitos pero que a la que pueden te roban hasta el mechero. Y nosotros que somos muy de rollo ecofriendly pues no vamos a dejar que el mono le prenda fuego al bosque o coma chocolate. Y menos si ese es nuestro único sustento hasta las 7 de la tarde. Así que armados de valor y de utensilios domésticos intentamos espantar a los macacos sin mucho éxito. Hasta que uno de ellos se acercó demasiado a las galletas y tuve que darle un golpecillo en la cabeza con lo que tenía más cerca: un plato. Ni que decir tiene que el mono apenas se inmutó, reculó medio metro y se sentó a esperar su próxima oportunidad. Hasta que uno de los señores del parque natural sentado cerca de nosotros alzó una silla de plástico por encima de su cabeza y gritando mientras corría hacia nosotros casi le pega con ella al mono.
Lo normal.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabes ese suelo es muy parecido por no decir igual al del portar de la abuela Pepa. La estrella q forma los blancos seguro. ¡Lo q hacen los genes! Nos siguen gustando las mismas cosas.
Un beso

Kramen dijo...

Jejeje, el mono se lo busco... no fue tu culpa, tu sólo protegias a tu familia :D

Anónimo dijo...

¡pobre mono! atrevete con los de tu tamaño. ;)

Talvezdos dijo...

Pues ese suelo está en un templo budista en el centro de Singapur... Sí que se vino lejos la abuela Pepa a por el suelo....

Anónimo dijo...

que si, se parece muchísimo. Y no era ella muy de viajar pero en su época fue una adelantada viajo a Barcelona y a Alicante.