Uno de los sonidos que más me fascinan en este mundo es el
sonido de los tacones. Supongo que porque yo nunca los llevo. Recuerdo una vez
esperando el metro en una de esas estaciones completamente insonoras. Apenas
éramos tres o cuatro personas en el andén y fue uno de esos momentos en los que
no se oía nada. Nada. Por un extremo del andén entró una mujer alta, con una
falda de tubo y camisa y una especie de maletín en la mano, caminando sobre
unos tacones aún más altos que ella y su sonido magnífico. Todos nos giramos.
Nadie la miró a ella. Seguíamos el sonido de aquellos zapatos como si fueran
una llamada a la salvación, una balsa en mitad del océano. Una sensación de
tranquilidad recorrió la estación. De pronto, la mujer se paró. Y hubo un momento de
angustia, terror, ansiedad. Hasta que se oyó el tren acercarse liberando
la tensión de aquellos zapatos clavados en las baldosas. Desde entonces, cada
vez que oigo unos zapatos busco a su dueña con los ojos y los cierro, y respiro
el sonido acompasado de sus pasos hasta que se aleja.
1 comentario:
Puede que por eso mismo me encanta llevar tacones. Tambien su sonido me da seguridad. Y los llevo, aunque algunos me odien por ello.
"no soy alta, es que llevo tacones" ;)
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