"Los domingos solíamos ir a nadar. Sólo en verano, al lago de
La Carpa. Siempre nos costaba mucho entrar. El agua estaba fría y, aunque
íbamos con ganas, nos daba impresión. Nos juntábamos varios del pueblo y
bajábamos en bici hasta el camino de los guardas. Luego seguíamos a pie hasta
el barranco y allí saltábamos al agua por la parte de la izquierda. Para salir
teníamos que nadar unos cincuenta metros, hasta la playa de piedras. Nos
tirábamos con zapatillas para no hacernos daño. Los primeros saltos del verano
eran los mejores. Abajo echábamos carreras, nos ahogábamos los unos a los otros
y cogíamos alguna tortuga del fondo los días que el agua estaba clara. El año
que estrenaron tiburón estuvimos nerviosos hasta la mitad de agosto. Merendábamos
en la orilla partiendo ramas de los arbustos, hablando del último gol del
Pirri que ninguno habíamos visto. No hemos vuelto desde que Fran saltó por la parte derecha
del barranco. Aquel fue nuestro último baño en el lago de La Carpa."
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