jueves, 24 de junio de 2010

El sofá nuevo


Tengo un sofá nuevo.
No, es mentira, pero da igual.
Tengo un sofá nuevo.
El viejo era ya muy viejo. Al principio pensábamos que la tele estaba torcida, hasta que nos dimos cuenta de que el sofá tenía una pata rota. Tuvo que venir mi primo a ayudarme con la reparación... 12 años duró el trozo de cinta americana que le pusimos. La esponja del asiento del centro era ya tan fina que si te sentabas con muchas ganas por poco dabas con el culo en el suelo. El reposabrazos de la derecha estaba más desgastado que el de la izquierda y su tela, era ya tan fina, que el relleno estaba a punto de ganarle la batalla y salir al exterior. Algunas costuras del respaldo se habían roto, y uno de los cojines, de esos que te regalan a juego con el sofá, hace muchos años que dejó de parecerse al sofá. La tapicería del asiento de la izquierda tenía una enorme mancha de aquella noche que tropecé con el cable de la lámpara y mis espaguetti a la carbonara terminaron haciéndome compañía sentaditos a mi lado. En verano le poníamos una sábana para echarnos la siesta, tenías que poner la cabeza en el lado izquierdo para que no te diera el sol en la cara a las seis de la tarde. Ayer lo llevamos al punto limpio. Lo dejamos haciendo compañia a un par de lavadoras y tres frigoríficos. Marrón, cómodo y raído.

El nuevo sofá es muy bonito.

1 comentario:

Kramen dijo...

Descanse en paz ese viejo sofa y todas las historias que su memoria aun recuerda. Vuelve a ver el sol y la lluvia.

A ser un sofa salvaje y sin domar.