viernes, 26 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 7: Despacito.

Ha sido imposible escribir durante el viaje, ha sido imposible pararse, sentarse a mirarse por dentro, respirar. Ha sido imposible porque si lo hacías te perdías algo. Llevo las postales en la maleta que tendré que enviar desde Madrid y mogollón de alfajores.

Ha sido un viaje espectacular. No creáis que lo que he visto me ha hecho sufrir, porque lo que me ha hecho es más fuerte, aunque tenga que coger carrerilla en los próximos días. Aunque tenga que pararme a mirarme por dentro, a respirar. Han sido unos días tan inmensos que empiezas a ser consciente de lo pequeño que eres: una hormiga más entre todos los millones de hormigas y que en tu mano está que poco a poco las cosas vayan cambiando, aunque sean de a poquito.

También tengo anécdotas de las de hincharse a reír, como dormir en una gasolinera, hacer fotos vestida de apicultora, un día de lluvia en Iguazú y sentirte Forrest Gump viendo el agua subir y bajar y mojarte hasta de lado, visitar las Salinas Grandes con un arqueólogo, comer chipás calentitas, pasar 13 horas en un autobús, mirar el mapa y ver que no has recorrido ni una décima parte del mapa argentino, conducir un coche por la carretera Panamericana, caminar por un basural rodeada de jóvenes pandilleros escuchando Rap y salir llena de picaduras de algo que dolía mucho, soplar polaroids, cruzar los Andes ¡LOS ANDES!, que te pregunten qué idioma hablas en castellano, elegir si eres de Boca o del River Plate, comer en el bar donde se firmó el contrato de publicación de Cien años de Soledad, montar en helicóptero en Brasil, huir de un coatí, ver tucanes, llorar de risa después de haber llorado de rabia y pena, comer dulce de leche todos y cada uno de los días, y alfajores casi todos, festejar la Pachamama… muchas cosas, tantas que quiero redescubrirlas despacito.

viernes, 19 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 6: Héroes

Esto es increíble. La realidad a veces me supera. La gente aquí tiene una fuerza sobrehumana. Son héroes. Héroes de verdad, no los de las películas. Héroes que luchan contra la mierda de mundo injusto que hemos creado. Los niños aquí sólo comen en la escuela y apenas alcanza para darles pan duro y leche. Imagina que ayer fue feriado y la escuela cerró. Hoy llevaban desde el lunes sin comer. Y ahí estaban, con su sonrisa curiosos por las cámaras, por oírnos hablar raro. ¿ustedes de qué planeta vienen? Y corren detrás de balón y se pelean por hacer la fila.
Los padres les pegan, los abandonan, se mueren consumidos por el al alcohol y niños de 10 años quedan a cargo de sus hermanos pequeños. Demasiado, para cualquiera.
Una experiencia increíble, inolvidable. Ojalá nuestro trabajo sirva para que puedan seguir creciendo, para que sigan siendo niños, para que tengan un futuro. Ojalá.

No hace falta que vengas a ver esto para creértelo, no hace falta que te ponga una foto para que lo veas, no hace falta. Porque ya lo sabes, pero no lo quieres ver.

Ni yo. Hoy voy a dormir en un hotelazo, mañana montaré en helicóptero y comeré asado en Buenos Aires. Y no me puedo sentir mal por ello, por haber caído del lado de los que sí tienen. Pero ya lo vi y decidí hace dos años, en Camboya y lo vuelvo a reafirmar: es el derroche lo que amplia las diferencias entre ricos y pobres. Es el que tú te compres un coche más caro, que consumas tomates en diciembre, que cambies de móvil por capricho. Coherencia es lo que le falta al mundo. Y ya llevo dos años adaptando mi vida para gastar menos, intentando hacer compras adaptadas a la temporada y arreglando lo que esté roto antes de comprar uno nuevo. Y aunque he avanzado mucho, me queda más aún por recorrer. Esto es un proceso interior y exterior. Pensad qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos, pensad en lo romántico de las botellas de vidrio retornables, o las bolsas de la compra de rejillas, las bicicletas restauradas o viajar en transporte público y enamorarse de la nuca del conductor, del primer zumo de naranja del invierno, de bañarse en la playa de Murcia que no es tan bonita como Cancún pero allí no tienen ni la mitad de gracia hablando, del tupper de cristal lleno de comida rica de mamá, de lo especial de comer fuera los días especiales. Qué fácil era ser romántico en los 60 ¿verdad? La vida diaria lo llamaban y qué bonita.

Voy a seguir viajando por turismo y saliendo a cenar los días especiales, pero ahora lo haré con todos los niños y niñas que me han acompañado en este viaje, con sus historias, sus familias y sus sonrisas sobre todo sus sonrisas.

Habrá quien vea en esto una conclusión superficial, pero 10 horas en el motor de un autobús tampoco dan para mucho más.

jueves, 11 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 5: Escribo por no llorar

Esto es increíble. Tenemos una idea TAN equivocada de Argentina... Las gentes del norte con indígenas, señoras y caballeros: morenos, chaparritos y pobres. Muy pobres: 

Que las bandas de barrio se matan entre ellos por cruzar la calle equivocada.

Que la droga está tan presente que los niños de 10 años esnifan pegamento desde las 9 de la mañana.

Que los niños se mueren por desnutrición. 

Por desnutrición. Manda cojones. 

Y en la otra cara de todo esto, gente matándose a trabajar para que estos niños estudien, para que las familias entiendan que es importante salir de ahí, que tienen pocas posibilidades pero las tienen y que tienen que creerse capaces, porque lo son. 

Y ahora, por favor, que alguien me justifique cómo Messi puede ganar lo que gana.

 

Pd: No creáis que estoy mal, al contrario, me siento afortunada de poder colaborar a mi forma, de estar aquí y ser consciente. Pero en algún lugar tenía que expresar todo esto y este, al fin y al cabo, es mi blog.

domingo, 7 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 4: La flor en el culo



Resulta que ya estamos en Argentina... QUE YA ESTAMOS EN ARGENTINA
Aún no me lo creo.
No sé si es el cansancio, la alegría, o los dos días sin dormir pero ayer pillé la cama y me faltó besarla. Como empanadas por encima de mis posibilidades.
Llegamos a Buenos Aires, a las 4:30 de la mañana y sólo tardamos 2 horas (dos) en pasar el control de aduana. Resulta que no se puede entrar casi nada en el país y menos aún comida y electrónica, así que imaginad, todo el equipo de fotos y un kilo y pico de embutidos para mi amiga V- y su marido que hacía 3 años que no veía... Parece que les llamó tanto el despliegue de medios fotográficos que pasaron por alto el jamón ibérico. Y al no ser resistentes no pudieron ponernos pegas por llevar más objetivos el Ibex35 a principios de año. Entrando por la puerta grande.
Llegamos para la reunión del proyecto, organizar fechas, visitas, hoteles y una vez que todo estuvo listo quedamos a comer con V- y corriendo de nuevo al aeropuerto. Pero otro, porque resulta que la mayoría de las ciudades del mundo tienen dos aeropuerto o tres o yo qué sé.
A las 8 de la tarde aterrizábamos en Salta. Arrastrando una maleta de más de 32 horas sin dormir. A las 9 de la mañana teníamos que estar en casa de una d elas chicas de la ONG que amablemente se había ofrecido a llevarnos a Cafayate puesto que ella tenía que ir. Y una hora más tarde estábamos montados en una furgoneta con ella, su hija de 8 años y su suegra (una indígena de 84 años). Un viaje de 3h se hizo de 5. Paramos a ver las mejores vistas de  las Quebradas de Cafayate, nos contó las anécdotas y leyendas de la zona, el porqué de las telas rojas atadas a los árboles en honor al Gauchito Gil o como el hermano de su suegra fue a buscar uno de los tesoro de los Jesuitas y se perdió. Además nos dieron todo el tiempo del mundo para hacer fotos, cosa a la que no estoy acostumbrada. Tengo que reconocer que se me saltaron las lágrimas de ver algo tan increíble, de poder disfrutar de aquella magia de la Madre Naturaleza o mejor, de la Pachamama, como la llaman los indígenas de aquí. El viaje, hasta ahora no puede ir mejor.
Otra cosa muy divertida es que viajo con un fotógrafo y me hace fotos. ¡Mamá, voy a salir en las fotos de mis vacaciones!

martes, 2 de agosto de 2016

Diario de una aventura argentina 3: Cambio de planes.

Después de todo el estrés, preparativos, nervios, compras de última hora, ayer cancelaron nuestro vuelo. Lo han cambiado para un día más tarde. Nada grave, sólo que llegamos a las 5 de la mañana y a las 5 de la tarde estamos cogiendo otro avión a Salta. Una pistola y una almohada cómoda no pueden faltar en mi maleta.
Con estos nervios además de alterada estoy completamente desequilibrada, puedo odiar y querer a alguien en menos de 3 min. También a la inversa. Lo bueno es que soy consciente y me muerdo la lengua antes de abrir la boca. Como el otro día que expresé que estaba flipando porque me iba a Argentina y me contestaron “Bueno, mucha gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada” Me mordí la lengua porque la otra opción era escupirle la cara después de estamparle el vaso de agua. ¿PODEMOS POR FAVOR PENSAR ANTES DE HABLAR? Pues claro que la gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada, y a China y al Polo Norte. Y si vas treinta y siete veces a Argentina seguramente ya no te pondrás nervioso. Pero esta es la vez que me da la gana ponerme histérica. Porque puedo, porque quiero. Porque mis problemas, mis miedos y mis inquietudes no responden a tus cánones de cosas importantes. Porque el día que tú estés nervioso a mí me parecerán motivos anecdóticos. Y mira, tampoco pasa nada. Basta con ser respetuoso. La gente va a Argentina y vuelve y no pasa nada. Pero a mí sí me va a pasar. Como me pasa cada vez que viajo. Como me pasa cada vez que pongo el cepillo de dientes en el neceser, que repaso la lista de cosas que no puedo olvidar. Como me pasó la semana pasada cuando decidí irme a la playa sola. Que me pasó todo, de todo, por encima, como un tráiler, aplastando mis ideas, mis miedos, me pasó la vida. La vida entera en un viaje a Murcia. Y vuelta. Y me voy a Argentina cagada de miedo porque  no sé qué me voy a encontrar en los barrios más pobres del país, haciendo fotos a la más absoluta miseria, llegar al hotel y sonreír porque tengo wifi para poder contároslo. Es RIDÍCULO. La vida es ridícula, y por eso no pasa nada cuando vas a Argentina y vuelves, excepto que ya no eres el mismo cuando regresas a casa. Excepto porque todo lo que has visto, sentido, olido, es ahora parte de ti. Es algo que no vas a poder borrar, ni cambiar. Excepto porque he dejado el trabajo y a la vuelta ya no volveré al cole.