"Los domingos solíamos ir a nadar. Sólo en verano, al lago de
La Carpa. Siempre nos costaba mucho entrar. El agua estaba fría y, aunque
íbamos con ganas, nos daba impresión. Nos juntábamos varios del pueblo y
bajábamos en bici hasta el camino de los guardas. Luego seguíamos a pie hasta
el barranco y allí saltábamos al agua por la parte de la izquierda. Para salir
teníamos que nadar unos cincuenta metros, hasta la playa de piedras. Nos
tirábamos con zapatillas para no hacernos daño. Los primeros saltos del verano
eran los mejores. Abajo echábamos carreras, nos ahogábamos los unos a los otros
y cogíamos alguna tortuga del fondo los días que el agua estaba clara. El año
que estrenaron tiburón estuvimos nerviosos hasta la mitad de agosto. Merendábamos
en la orilla partiendo ramas de los arbustos, hablando del último gol del
Pirri que ninguno habíamos visto. No hemos vuelto desde que Fran saltó por la parte derecha
del barranco. Aquel fue nuestro último baño en el lago de La Carpa."
martes, 26 de abril de 2016
jueves, 14 de abril de 2016
Cuando era morena.
Cuando era morena tenía canas. Ahora tengo brillos. Ya he
hablado varias veces de las rubias en este blog. Las dos rubias de mi vida
valen por todas las morenas juntas. Quizás por eso no me asusté cuando Josu
dijo que me teñiría de rubia. Además de ser mi peluquero es de las pocas
personas que saben cuándo necesitas un cambio y no tiene porqué ser estético.
Desde que soy rubia vivo al límite. Me despierto tarde, desayuno avena y friego
los cacharros. A veces no me pongo zapatillas de estar por casa, aún a riesgo
de que los pies se me queden fríos. Duermo con un nórdico de flores y casi
nunca cuelgo las llaves en el cajetín destinado a ello, así que he perdido la llave de
repuesto del coche que me compré en agosto pero conservo una moneda con
canguros de mi viaje a Australia en el que no vi ningún marsupial. Ser rubia es
agotador. Lo mejor de ser rubia es creérselo. Pasear por la calle mirando de
reojo los escaparates con gafas oscuras con paso de diva on the stage pero con
deportivas. Reír a carcajadas en los bares, aunque todos te miren, gritar
cuando el vecino te asusta en el descansillo, sujetar la puerta para que no se
le cierre al de detrás y dar las gracias por cada vaso de agua que te sirve el
camarero son sólo algunos de los beneficios de ser rubia. Y es que, ser rubia, es
una actitud. Nada tiene que ver con el pelo.
Os dejo el vídeo de una rubia, natural.
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