Llevas unos días callada, sombría. No me atrevo a preguntar,
porque no quiero oír tu respuesta. No quiero luchar una vez más con tus
fantasmas, ni contra ellos. Sólo quiero saber qué quieres cenar. Si vas a salir
mañana o si te has probado ya la camisa que te compré. Pero me acerco y te miro
dentro, muy dentro y puedo ver tus monstruos trepando por tu pelo largo. Tan
largo que nunca llegan. Y lo sacudes como haces cuando quieres parecer interesante
y se aferran a tus miedos rubios. No te lo recojas, que se enganchan. Llevas
unos días parada, observando el mundo desde lo alto de alguna montaña que no
conoces porque nadie te llevó a explorarla. Porque tú eres cobarde pero ellos
más. Y sonríes grande cuando te sorprendes y cantas fuerte en el coche. Y aunque
sigas callada y sombría, brillas, como tus ojos y el día.
jueves, 3 de marzo de 2016
miércoles, 2 de marzo de 2016
FEBRERO MARZO ABRIL
No escribo en febrero porque no me
gusta febrero. Punto. No me gusta la luz, ni la sensación, ni el color. No me
gusta el frío, ni las heladas, ni el aire. No me gusta el gris plomizo de sus
nubes.
Me gusta marzo, por la eme y por la zeta.
Me gusta porque es mi cumpleaños y el de mi abuela. Porque tiene mar. Porque es
naranja, como septiembre. Porque toca la Habitación Roja en Madrid.
Después de marzo llega abril, ligero, y
mayo, severo, abriendo las puertas de un verano: junio y julio y agosto y sus
tardes. Y otra vez septiembre y sus tatuajes y octubre, que no lo ves.
Noviembre tan feo como febrero y Navidad. Y un año más que se termina sin darte
cuenta porque hace tiempo que perdimos la sensación del tiempo infantil, esa
que no entiende que se te pase un año volando ¡Con la de cosas que tiene un
año! Esa que no puede resumir 366 días en una entrada de blog porque no sabría
por dónde empezar.
Y qué pena madurar, y qué divertido
hacer cosas de mayores, porque pasar la ITV es de mayores.
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