martes, 26 de mayo de 2015

Vuelta al cole



Hace mucho que no escribo y es que he empezado a trabajar. ¡SÍ! En un cole muy guay y muy pijo. Pero estoy muy contenta. Echaba de menos a los enanos y en apenas tres semanas ya estoy harta de ellos… Mentira, son tan bonicos… Me rio mucho, la verdad. Me paso el día corriendo de un lado para otro entre infantil y primaria, y es que, he ampliado horizontes y también enseño a los mayores de la “guarde” que son para comérselos a bocados si no fuera porque siempre llevan los mofletes negros de churretes y los bolsillos llenos de arena. He conocido el miedo al ponerme pantalones blancos el día que tocaba merendar chocolate. Casi muero de un infarto cuidando el recreo. Creedme, mi trabajo puede llegar a ser de riesgo. He visto mocos del tamaño de farolas y esta mañana he escuchado a una profesora decirle a un niño “avísame que quiero ver esa caca” no sé, es otro mundo. A mí me gustan más los mayores, los gañanes de 5º y 6º esos con el pavo encima que no paran de retarte, pero mira, los peques también tienen sus cosas buenas, como que te hacen caso, por ejemplo. Sólo tienes que ponerte seria y decirles que lo que están haciendo te pone muy triste porque tú vas al cole a pasártelo bien y se paralizan llenos de remordimientos. Maravilloso, la verdad. Lo de los mocos lo llevo peor. En fin, que estoy feliz de volver al cole, de pasearme por el patio del colegio con la rebequita sobre los hombros y los brazos cruzados, de poder decir “no me gustan los chivatos”, “dale un beso y pídele perdón, pero de corazón” o “los que estáis perdiendo el tiempo sois vosotros, yo esto ya me lo sé”, de madrugar, de tener unos compañeros implicados y motivados, de preparar la función de fin de curso, de llegar a casa reventada, de conducir cada mañana, de comer lo mismo que los niños, de cantar todo el día y sobre todo de escuchar a los enanos decir cosas como que los macarrones son fruta y verles reír con la boca abierta, enseñando todos los dientes que les ha dejado el Ratoncito Pérez.


martes, 12 de mayo de 2015


Foto: El Goloso, Madrid, Mayo 2015

Esto lo escribí hace tiempo, pero entre unas cosas y otras no lo he subido... 
 
Es bastante curioso cuando hablas de que te estás separando los comentarios que llegas a oír.
La mayoría de la gente intenta ayudar y apoyarte en tu decisión. Otros sólo buscan los detalles para comprobar lo maravillosa que es su vida y lo mal que estás gestionando tú la tuya. Pero en general casi todo el mundo quiere darte palabras de aliento en el proceso y entre tanto cariño terminas oyendo frases como estas:

-Entonces habéis terminado bien.
Hombre, todo lo bien que puede terminar una relación en la que has vivido a 11.000km de tu familia y amigos, en la que la única persona a tu lado para todo es tu pareja y ves que la cosa se va a pique.
Pues aún haciendo todo lo posible, alguna puñalada se te escapa y otras tantas que recibes. Porque una separación por muy amistosa que sea, no deja de ser chunga.

-Lo bueno es que no teníais hijos.
Como si no tenerlos te evitara el dolor y el sufrimiento. ¿En qué pensáis cuando decís esa frase? ¿Es que si no eres padre no sientes o padeces? No, mujer si yo lo digo por los papeles, la custodia y todo eso. Pues si no confías en arreglar algo tan importante como el bienestar de tus hijos con tu pareja sin necesidad de un abogado, igual el que necesita separarse eres tú.

-No te preocupes, que seguro que conoces a alguien.
¿Qué te hace pensar que necesito conocer a alguien para remontar? Precisamente el no saber estar sola y quererme a mí misma tal y como soy es lo que me ha llevado a estar mal. Así que, quereos un poquito más vosotros y dejad de proyectar la felicidad en los otros. Yo quiero estar bien como soy y meter a alguien en mi vida lo único que haría ahora sería entorpecer mi camino.

Así que, por favor, la próxima vez que alguien os diga que se está separando evitad estas frases tan poco delicadas y lapidarias. No ayudan. Nada.