He visto esto y he tenido que sonreír muy grande. Me he imaginado la reunión de vecinos en la que decidieron poner el telefonillo de apertura automática: a ver, ponemos 1°A- 1°B o 1°derecha-1° Izquierda. ¿Pero derecha es el de la derecha según entras en el portal o cuando subes las escaleras? Hombre, pues desde el portal. Ya pero si yo abro la puerta la derecha me queda a la izquierda y es un lío. Joder, Paco, no es tan complicado. Mira mejor lo ponemos con A y B y así no discutimos. Pero a mí ¿cuál me toca el A o el B? Pues el que quieras. Yo quiero el A. Yo también. Doña Emilia el A se lo ha pedido Rafael, a usted le toca el B. Ah, no, yo quiero el A. Pero es que su casa está a la derecha así que le toca el B, el A a la izquierda y el B a la derecha. ¿Pero no habíamos dicho que no había izquierda y derecha? Yo así no me entero. Vamos a ver ¡QUE SOMOS CUATRO VECINOS! ¡y no nos ponemos de acuerdo! Ponemos el nombre y punto. Hombre, Felipe, pero ¿eso no va a ser un poco raro?. ¿Raro por qué? Ponemos los cuatro nombres y así todo el que llame sabe dónde timbrar. Pues qué buena idea. Yo creo que puede funcionar. Venga, lo ponemos un tiempo a ver qué pasa. Estupendo. Estupendo.
viernes, 24 de abril de 2015
miércoles, 22 de abril de 2015
Y llorarán
El día que todo termine llegará.
Y no serás tú ni seré yo.
Serán ellos, los que triunfaron.
Ellos recogerán el terror con sus bocas
llenas de ceniza,
el crujido de la tierra entre los dientes
el dolor de cada muro derruido
y llorarán.
domingo, 12 de abril de 2015
El día que mi madre empezó a usar las toallas nuevas.
Foto: Málaga, Abril 2015
La verdad que no recuerdo qué
día fue, ni si para ella fue una fecha señalada, una decisión más en su
apretada agenda o un momento revelador como lo fue para mí.
Llevo bastante tiempo
viviendo fuera de casa de mis padres y hace ya varios años, en uno de esos días
como hoy, que vuelves para ver si te puedes llevar algún táper lleno descubrí
que mi madre había comenzado a usar la toallas nuevas. En verdad ya no eran
nuevas, muchas de ellas hacía años que estaban por la casa. Guardadas en el
armario del cuarto de baño sin ser usadas. Otras eran algún regalo. El caso es
que me encontré que había toallas nuevas en el baño. Pensé que había debido
venir visita y no le eché cuenta. La segunda vez me sorprendió igual y comencé
a sospechar si mi madre no se habría liado la toalla a la cabeza y había
abierto el armario del baño. Así que fui a mirar y había un montón de toallas
preciosas, naranjas, verdes, amarillas, blancas, color crema… todas
perfectamente dobladas y mulliditas. Sorprendida, fui al armario de las toallas
chungas, ese del que las cogíamos cuando necesitábamos y apenas había dos
toallas en no muy malas condiciones. Mamá ¿qué toalla cojo? Una de ahí del
baño. ¿Cuál, todas son nuevas? La que quieras. ¡BUM! No recuerdo lo que pensé
en ese momento. Pero sí que cogí la toalla con mucho respeto. Casi miedo. No sé
porqué me impactó tanto aquello, pero muchas veces que tengo algo nuevo,
bonito, maravilloso y pienso que qué pena usarlo que se va a estropear, gastar,
perder, romper, pienso en lo maravilloso que es llegar a casa de mis padres y
encontrarse las toallas nuevas. También me acuerdo de cuando a mi abuela le
regalaron una bata preciosa para que la usara en el hospital una vez que la
operaron. Tenía 80 años y la guardó porque se iba a estropear y claro, nunca la
usó. Igual algún día que mi madre la obligaría a ponérsela.
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